Juego de Tronos. Políticas y estrategias en la movida artística privada
Wilfredo Prieto

Juego de Tronos. Políticas y estrategias en la movida artística privada

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Se ha “oficializado” recientemente, en La Habana, la existencia de un circuito artístico no institucional. La franja noruega, comisariada por Cristina Vives, ha procurado esta poderosa alianza que relaciona además al estudio-taller del pintor Michel Pérez (Pollo) y al estudio-galería El Apartamento, del gurú emergente Christian Gundín. Se trata, de manera muy clara, de componer una franquicia encargada de gestionar y promover la producción de esa suerte de mainstream artístico, que ya no se configura en los predios institucionales. Todo bien hasta aquí.

Sin embargo, al observar detenidamente esa performance en que se desenvuelve lo privado, no se puede obviar las reales implicaciones de cada gesto. Mucho menos si se trata de una fusión de poderes, cuya intención parece ser la creación de un frente unido al estilo Unión Europea, o en un sentido más fiel a los intereses que se ponen sobre el tapete, a la manera del G13.

Porque no es casual que justo ahora, cuando El Apartamento despunta como el espacio de referencia dentro del circuito privado en Cuba, el Estudio Figueroa-Vives y el bunker noruego pretendan pactar, armar un cerco efectivo, atenidos al bondadoso slogan de la “colaboración”, una praxis tan ambigua y promiscua a nivel semántico, que al menos a mí me provoca sospechas, me deja la sensación de que algo se escamotea detrás de tanta sutileza.

¿Acaso no le basta a la curadora el poder simbólico que le reporta disponer con cierta autonomía del consulado noruego? ¿El Estudio Figueroa-Vives –otro eufemismo conveniente– no es ya lo suficientemente poderoso dentro del circuito de gestión independiente como para buscar adosarse a otros espacios? ¿Para qué fundar un nuevo complot que involucre otras partes con distintos intereses? ¿Acaso el binomio sincrético Embajada-Estudio se propone evitar una decadencia visible a través del auge de otros nichos alternativos como ArtistaXArtista (Carlos Garaicoa) o su propio vecino El Apartamento?

Mucho se puede conjeturar a partir de esta repentina necesidad de colaboración. Pero, en principio, valdría revisar en qué sentido pudiera producirse semejante toma y daca.

Cristina Vives, para edificar su proyecto de galería independiente, echa mano, aunque no de manera exclusiva, a un puñado de artistas cubanos de incuestionable peso estético, pero todavía desestimados o poco atendidos dentro del mercado extranjero. Absolutamente inesperado –aunque gratificante y necesario– fue el rescate que hizo de un artista cardinal en la década del 90 como Fernando Rodríguez. Algo parecido se puede decir a propósito de la repentina aparición en la Embajada, hace algún tiempo, de un par de piezas de Lázaro Saavedra; productor que, al incubarse en la dependencia institucional, no sin denunciar a través del tiempo los peores vicios de la oficialidad y la mala política, terminó perdiéndole el rastro, como muchos otros de su generación, a los trillos del mercado. El resto de la nómina tiende a matizarse con algunos jóvenes ya establecidos, y otros artistas con una obra no menos interesante. Cristina, de manera sabia procura ese link entre los años 90 y la actualidad, al contaminar su nómina de sensibilidades heterogéneas, cuya proveniencia no se restringe a un argumento generacional.

El Apartamento, por su parte, entra en la escena contemporánea como un revulsivo a la apatía institucional frente a los discursos incómodos que fabrican algunos jóvenes artistas cubanos. Una mezcla entre lo heavy y lo trendy construye la expectativa visual del joven Christian, avispado y con buen ojo clínico, quien ha aglutinado una serie de nombres bastante sugerentes y oxigenantes dentro del panorama cubano inmediato: Reynier Leyva Novo (El Chino), Diana Fonseca, Juan Carlos Alom, Yornel Martínez, Leandro Feal, jorge & larry, Luis Enrique López-Chávez, Orestes Hernández, Lester Álvarez, Víctor Piverno y un par de maestros de la vieja guardia como Eduardo Ponjuán y Ezequiel Suárez. Con este roster Christian consiguió dar un golpe sin precedentes: El Apartamento se convirtió en la primera galería privada made in Cuba en pisar la feria de ARCOmadrid. Y no solamente se incluyó, por derecho propio, en ese espacio, sino que terminó, como dicen por ahí, llevándose el gato al agua.

Es entendible, entonces, que El Apartamento se advierta ahora como un buen aliado para los intereses de Vives. Sobre todo, cuando aquella comparte con Christian alguna que otra firma en su catálogo de artistas. Luego, no me parece que Gundín sea aquí el más interesado en la alianza. El joven dealer logró su ascenso sin anuencias ni cofradías. No tocó la puerta –que se sepa– de ningún colega inmerso en la movida privada del arte en busca de concertar pactos beneficiosos. Christian se hizo él solo. A nadie mejor que a él, le queda eso de “nido sin árbol”.

Parece claro que el sentido común de Cristina Vives, vieja conocedora de las dinámicas artísticas dentro de la isla, le dicta que Christian es “el tipo duro”, tal vez el eslabón más fuerte de la cadena privada, el hombre a seducir con tal de no pasar a la obsolescencia comercial.

El estudio de Michel Pérez vendría siendo un punto intermedio en la ruta, necesario por la buena recepción mercantil de dicho artista. Además, parece obvio que Cristina no dejaría al Pollo fuera de su coartada solidaria por la estrecha vecindad que existe entre su estudio y el de aquel. El pintor, se me antoja aquí como otra presencia estratégica a analizar brevemente.

Resulta extraño –raro en verdad– que uno de los pintores cubanos más celebrados en los últimos diez años no forme parte ni de El Apartamento, ni de esa otra meca insular que es Galleria Continua. O la obra de Michel Pérez no entra en los códigos de los consorcios mencionados, o el artista sencillamente se ha negado a estos proyectos por intereses de otra índole. En todo caso, ahora Cristina Vives se muestra interesada en descifrar el enigma de un buen pintor convertido en paria.

Como sea, ya se produjo un primer show, bastante magro y desabrido para ser el piloto. El resto de los estudios-talleres, los que quedan fuera de este perímetro, tal vez sigan estos pasos y lleguen a constituirse en otras fraternidades. No descarto que sea este el síntoma de una nueva política, reguladora del “vale todo” que distingue a la movida independiente dentro de Cuba. Las mafias artísticas, tan disimuladas en nuestro contexto por temor a llamar la atención de las autoridades estatales, comienzan a desenmascararse y lo hacen con estilo, bajo pretextos cínicos como “la necesidad de colaboración”.

Y ya que estamos: ¿No es precisamente “la colaboración”, la coartada oficialista para la venidera Bienal de La Habana? ¿Acaso no es demasiada coincidencia que al quedar postergada la misma, Cristina Vives se precipite a jugar sus cartas y salga con esto de “la colaboración entre estudios independientes”? Lo que hemos visto hasta aquí, según parece, no es más que el tímido ensayo de una estrategia; la estrategia que la curadora tenía entre manos para la Bienal.

Algo sugestivo es que esta primera red se articule en las inmediaciones de la UNEAC, desde donde acechan con mirada gélida los caminantes blancos, esos muertos vivientes del oficialismo. Después de todo, ¿será que se acerca el invierno, y con él, el distendido conflicto entre lo oficial y lo privado, un clima de intolerancia y represión de libertades ofrecidas? ¿Tendrá que ver esto, con alguna oscura finalidad que involucra la sumisión institucional por parte de los estudios-talleres alineados? ¿Será esta la misión definitiva de la comisaria Cristina Vives? Me da escalofrío de solo pensarlo.

 

 

Jorge Peré

Crítico de arte. Licenciado en Historia del arte en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Textos suyos han sido publicados en diversas revistas especializadas y blogs digitales como Noticias de Artecubano, Hazlink, Señor Corchea, Artcrónica, inCUBAdora y Avistamientos.