I. Less do it!
Lawless es un estado de desacato; la evidencia de una verdad que no pertenece al arte o la política.
Pero Lawless no se ubica dentro de la anarquía. Pensar como un anarquista sin serlo, resulta mucho más cool y sensato. Y justo ahí, en esa mascarada, es donde comienza nuestro insomnio por la simulación. Porque mentir, indiscutiblemente, nos reporta placer, euforia. La verdad, siempre ha representado la búsqueda obsesiva de una libertad cuya existencia desconocemos, y por ende, nos frustra.
Lawless pretende verse como un grupo, aunque a veces desborde su morfología grupal. Obedece a un carácter tendencioso, cuyo mayor estímulo es la contradicción, la intención provocativa que generan los estados de ánimo más incendiarios.
Va de un piquete de fiñes sin otra ocupación que el arte. Pero el arte, tan panfletario e ilusorio como suele ser, muchas veces nos aburre e irrita al punto de lo insoportable. Por eso pintamos lo que nos venga en ganas, sin pensar demasiado en ello, sin detenernos en lo que pasa más allá del propio gesto.
La pintura es un reducto más, un disecador de ideas sobre la realidad.
De ahí que, rechacemos la idea de una sensibilidad creadora, sujeta a la conquista arbitraria que de lo natural ha hecho el lenguaje del arte.
Lo único fiable, hasta cierto punto, es la intuición, lo irrepresentable que nos acosa todo el tiempo.
El arte, esa misteriosa función aritmética en la que dos más dos casi nunca es cuatro, es muy sencillo el día de hoy, sobre todo aquí, en la isla: Se trata de negar todo el tiempo, de decir ¡NO!
NO soy político, NO soy profundo, NO soy ligero, NO soy romántico, NO soy clásico, NO soy contemporáneo, NO soy futurista, NO soy mediático, NO soy under, NO soy kistch, NO soy fashion, NO soy occidental, NO soy conceptualista…
Pero también es no hacer nada serio, salvo buenas relaciones. Encontrar un nicho de influencia y posicionarte ahí, a hacer lo tuyo. Inventarte una coartada, un look original, algo que te distinga del resto. Luego modelar, posar para el Big Brother, demostrar que eres tolerante a la silicona, simular en modo automático, y ser paciente… Así triunfa un artista hoy día, lo hemos visto. Esa es la filosofía, la garante de ascenso.
Después tienes que repetirte, saturar la expectativa, funcionar bajo el cliché.
Es eso, o estás frito, no existes.
Pongámoslo de esta manera: Lawless es un divertimento, la Cara B de la quemadera; un estado común que nada tiene de auténtico, salvo no tener escrúpulos; menos en el arte.
un día de marzo de 2017.