Ignacio Agramonte y Loynaz (Puerto Príncipe, 23 de diciembre de 1841 – Jimaguayú,11 de mayo de 1873). Mayor General del Ejército Libertador cubano conocido como «El Mayor». Fue uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años. Organizó la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas.
En los tres años y medio de su vida militar participó en más de cien combates[1]. Como jefe supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas de Camagüey, fundamentalmente con el empleo de la caballería. Llegó a establecer una sólida base de operaciones en ese territorio y prestó especial atención a la preparación militar y general de los jefes y oficiales, para lo cual creó escuelas militares como la de Jimaguayú.
Tratado con cariño y respeto por sus subordinados con el sobrenombre de “El Mayor”, impuso estricta organización y disciplina a sus tropas. “El Bayardo”, sobrenombre con el que pasó a la historia, es un símbolo de gallardía, patriotismo y valor. Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: “Paladín de la vergüenza” y “Apóstol inmaculado”.
Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: “Salvador de la revolución”. El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, “Coloso genio militar”. El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo “Un Simón Bolívar”.
Síntesis biográfica
Primeros años
Ignacio Eduardo Agramonte y Loynaz nació en una casona marcada con el número 5 de la calle Soledad, en la ciudad de Puerto Príncipe(hoy Camagüey) el 23 de diciembre de 1841 en el seno de una familia criolla ilustre y rica de esa región del país. Su padre fue el Licenciado Regidor Ignacio Agramonte y Sańchez-Pereira que tenía uno de los mejores bufetes con mucho prestigio profesional, y su madre Filomena Loynaz y Caballero.[2][3]
Desde pequeño Ignacio Agramonte parecía gozar de plena compatibilidad de caracteres y comunicación con su padre. Es sabido que éste le estimulaba su curiosidad intelectual al llevarlo con frecuencia a los salones de la Sociedad Filarmónica, repletos de la ilustrada juventud principeña. Sin dudas, María Filomena no ocupaba un segundo puesto en cuestiones de atención a sus hijos; marchaba a la par de su compañero y parece haber sido sumamente celosa por alejarlos de las cuestiones sociales más comunes y banales de la vida colonial.
Los dos padres de Ignacio Agramonte pertenecieron a familias criollas[3]. El padre, Ignacio Francisco Guillermo Agramonte Sánchez-Pereira, también abogado, de ideas liberales, fungiría como regidor y fiel ejecutor del ayuntamiento de Puerto Príncipe; a su vez, ostentaba cargo en la filial principeña de la sociedad económica. Igualmente se desempeñaba en el “Real Colegio de Abogados” de la ciudad, su hermano, “Francisco José”, ejercía como Decano de ese importante centro de jurisprudencia.
Por la parte del padre fueron varios los miembros que desempeñaron cargos importantes dentro del cabildo o ayuntamiento; también en la milicia y en la iglesia. Varios se emplearon como abogados. Eran hombres emprendedores y de particular inteligencia. Por la rama familiar de la madre, María Filomena Loynaz y Caballero, igualmente procedía de una de las más antiguas familias principeñas, ligada al abogado Juan José Caballero y Caballero, marqués de Santa Ana y Santa María.
Estudios
Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal, con el profesor de origen peninsular Gabriel Román Cermeño[4], hasta la edad de 11 años y tras una breve estancia en el Colegio El Salvador en La Habana, parte hacia Barcelona para ingresar en el en el colegio de Isidoro Prats, donde cursó tres años de Latinidad y Humanidades. Ya para 1855 inició los estudios de Elementos de Filosofía, en opción al título de Bachiller en Artes, en el Colegio de José Figueras. Ambos centros estaban incorporados a la Universidad de Barcelona, donde matriculó en 1856.
Al año siguiente regresó a Cuba y, tras unas breves vacaciones en su Camaguey natal, comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, siguiendo una línea profesional sostenida por los Agramonte. En la universidad se gradúa primero como Licenciado en Derecho Civil y Canónigo, en junio de 1865, y obtiene el Doctorado el 24 de agosto de 1867.[2] Fue en el antiguo Convento de Santo Domingo donde, el 22 de febrero de 1862, en un ejercicio académico sabatinal, en varios momentos de su intervención aludió al régimen español, la falta de libertades, de derechos y de justicia, indicando en su parte final la necesidad “de un cambio revolucionario de la sociedad en Cuba”. Esta disertación es considerada un discurso revolucionario[5]. Antonio Zambrana, testigo de aquel acontecimiento, recordaba después[4]:
Aquello fue un toque de clarín. El suelo de todo el viejo convento de Santo Domingo, en el que la Universidad estaba entonces, se hubiera dicho que temblaba. El catedrático que presidía el acto dijo que si hubiera conocido previamente aquel discurso no hubiera autorizado su lectura.
Tras concluir sus estudios Agramonte decidió poner en práctica los conocimientos adquiridos, para ello vivió algún tiempo en La Habana, donde fungió como juez de paz del barrio de Guadalupe y ejerció su profesión en esa ciudad, en el bufete de Antonio González de Mendoza; y desde mediados de 1868 en Puerto Príncipe, luego de su regreso. El 1 de agosto de 1868 contrajo matrimonio con Amalia Simoni Argilagos, culta principeña a quién consideró su ángel idolatrado.
Labor independentista
Fue uno de los fundadores de la junta revolucionaria de Camagüey. Participó en las labores conspirativas que condujeron al alzamiento de los camagüeyanos, el 4 de noviembre de 1868, en el paso del río “Las Clavellinas”, en el que no figuró personalmente, pues se había decidido que permaneciera en la ciudad organizando el aseguramiento logístico de los alzados, a quienes se sumó el día 11[6] en el ingenio “El Oriente”, cerca de Sibanicú, las tropas camagüeyanas estaban lideradas por Salvador Cisneros Betancourt.
Su personalidad está asociada a hechos de gran significación en la historia de Cuba y ya, en la reunión efectuada en Paradero de Las Minas el26 de noviembre, emerge como el opositor formidable frente al intento de Napoleón Arango, de sofocar la lucha en el Camagüey.[2][6]
Principales combates
Artículo principal: Campaña militar de Ignacio Agramonte (1871).
Su primer combate como jefe de las tropas lo libró el 3 de mayo de 1869, en “Ceja de Altagracia”. El 17 de mayo de 1869 renunció por estar en desacuerdo con la distribución que el gobierno hiciera del armamento desembarcado por “La Guanaja”, el 13 de mayo de 1869, por la expedición del vapor “Salvador”. El día 28 se le aceptó la renuncia con la condición de que se mantuviera en el cargo hasta que se designara su relevo, lo cual no llegó a producirse. El 13 de junio participó en la toma del fuerte de “La Llanada” y una semana después, en la acción de “Sabana Nueva”. El 20 de junio, las fuerzas bajo su mando penetraron en la ciudad de Puerto Príncipe con el empleo de una pieza de artillería, acción de gran repercusión política y militar.
El 16 de agosto de 1869 tomó parte en el frustrado ataque a Las Tunas, dirigido por el general en jefe del Ejército Libertador, mayor generalManuel de Quesada. En ese mes libró el combate de “La Luz” y el 27 de octubre de 1869 intervino en el de “Sabana de Bayatabo”. Bajo el mando del mayor general Thomas Jordan, jefe del estado mayor general, combatió en “Minas de Juan Rodríguez” (combate de Tana), el 1 de enero de 1870, y en “El Clueco”, el 26 de enero de 1870. Al agudizarse sus discrepancias con el presidente Carlos Manuel de Céspedes, presentó su renuncia, el 1 de abril de 1870[1], la cual fue aceptada el 17.
Diez días antes había combatido en “Jimirú”. Sin mando, pero conservando el grado de Mayor General, continuó la lucha acompañado por su escolta y por las pequeñas fuerzas que se le fueron agregando. En tales condiciones realizó alrededor de 19 acciones combativas en ese año, entre ellas las de Caridad de Pulido, Puente Carrasco, La Gloria, Santa Brianda de Altamira, Ingenio Grande, Embarcadero de Vertientes y Múcara. Comprendiendo la importancia de mantener la unidad entre los cubanos, aceptó el ofrecimiento de Céspedes, el 13 de enero de1871, de reincorporarse al frente de las fuerzas de Camagüey, y reasumió el mando de la división el día 17. A partir de ese momento desarrolló el período más brillante de su carrera militar. La experiencia adquirida le permitió introducir cambios en el empleo táctico de la caballería, imprimiéndole gran movilidad, lo que posibilitó lograr la sorpresa en el combate. El 20 de febrero de 1871 llevó a cabo el ataque a la “Torre Óptica de Colón” (Pinto). A continuación libró los combates de Lauretania, Limpio Grande, Hato Potrero, La Entrada, El Mulato y La Redonda.
Rescate del brigadier Sanguily
Artículo principal: Rescate de Sanguily.
Recién acababa de amanecer el 8 de octubre de 1871. El día anterior Ignacio Agramonte había acampado con unos 70 jinetes en el potrero de Consuegra, al sur de la ciudad de Puerto Príncipe, con el propósito de descansar luego de un mes de largas y fatigosas jornadas por la zona.
Sucedió entonces que el brigadier Julio Sanguily fue sorprendido y capturado, cuando se encontraba en el rancho-enfermería de la patriota Cirila López Quintero. Según una de las versiones, éste viajó hasta allí para dejar a 3 enfermos bajo su cuidado y mientras serían lavadas sus ropas. Una sección de la columna española, dirigida por el general Sabas Marín llegó al lugar; Sanguily, auxiliado por su asistente, Luciano Caballero, intentó infructuosamente alejarse del lugar, pero un sargento español logra apresarlo. Con posterioridad fue llevado hasta el Jefe de la columna española, el cual le dirigió algunas preguntas para conocer dónde se hallaban Ignacio y Eduardo Agramonte, pero Sanguily le respondió.
Luciano Caballero, logra alejarse del lugar de los hechos e informa lo sucedido al capitán Federico Diago, ayudante de Agramonte, el cual comunicó la noticia a El Mayor. Agramonte, sin averiguar cuántos eran los enemigos, sino en qué lugar estaban, ensilló su caballo nombrado Mambí y se dirigió a sus 70 soldados[7]:
Mis amigos, la cuestión está clara. Al brigadier Sanguily lo han hecho prisionero los españoles. Todo el que esté dispuesto a rescatarlo o morir, que de un paso al frente.
El Mayor improvisa 35 jinetes: a la vanguardia el capitán Henry Reeve con cuatro rifleros de la escolta; el resto quedaba a las órdenes del comandante Manuel Emiliano Agüero, donde también iba Agramonte con sus ayudantes. Regresó Reeve, quien informó a Ignacio que los españoles, sudorosos y cansados, se arremolinaban a beber agua alrededor del pozo situado en el potrero de la finca “La Esperanza”, propiedad de Antonio Torres, muy próximo a la ladera de la loma del lugar. Ante tal situación Agramonte desenvaina su machete y le ordena a sus hombres que es preciso rescatar a Sanguily vivo o muerto o perecer en la demanda.
Al ver el avance de las fuerzas cubanas, el sargento español que custodiaba a Sanguily lo derribó de la montura y le hizo un disparo a corta distancia que le inutilizó para siempre la mano, ya Agramonte se hallaba junto a él y levantándose sobre su propio caballo, ordenó la última carga, ante la que se dispersaron los pocos enemigos que aún combatían. Esta brillante acción es ejemplo de capacidad organizativa, coraje y valentía de El Mayor.
El propio Agramonte comento sobre la acción de rescate[7]:
Salí con ellos logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia el arma blanca y los nuestros sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, lo derrotaron y recuperamos al Brigadier Sanguily y cinco prisioneros más. Nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarle por completo. El enemigo dejó once cadáveres. (…) Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras!.
El Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en el centenario de la caída en combate de El Mayor destacó la significación histórica del Rescate del brigadier Sanguily[7]:
Ha pasado a la historia como una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, que electrizó prácticamente a todo el mundo(…) sobradamente conocido por todos los cubanos, esta fue sin dudas una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia, y ha pasado a ser un hecho de arma proverbial, que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas.
Combates posteriores
Culminó 1871 con los combates de El Plátano, La Horqueta, San Tadeo, San Ramón de Pacheco, Sitio Potrero y El Edén. En 1872 elevó el espíritu de lucha en Camagüey librando, entre otros, los combates de Palmarito de Curana, Destino, Casa Vieja, EL asiento, San Borges, y San José del Chorrillo. El 10 de mayo se extendió su mando hasta la provincia de Las Villas al subordinársele ese territorio. Ese día combatió en “Consuegra”. Le siguieron los encuentros de San Pablo, Los Yareyes, Babujal, Jicotea, Salado, el 22 de julio, donde una bala le atravesó ambos omóplatos, Jacinto, Las Yeguas y La Matilde. En 1873 libró los combates de Buey Sabana, Curana, Sao de Lázaro, Ciego Najasa, Soledad de Pacheco, Aguará, el fuerte Molina y Cocal del Olimpo.
Además de los citados combates, también participó en los de La Industria, Caridad de Arteaga, El Rosario, El Socorro, Piedrecitas, Guaicanamar, La Trinidad, Las Catalinas y El Quemado.
Caída en combate
Artículo principal: Caída en combate de Ignacio Agramonte.
En la madrugada del 11 de mayo de 1873 llegan noticias de la presencia del enemigo en Santana de Cachaza. El Mayor arenga a su tropa para la batalla[8]:
La más alta y noble misión del hombre es el trabajo, cimiento de la sociedad, y el único medio de conquistar una patria honrada, que es el fin del programa que nos ha arrastrado llenos de amorosa fe, a estos turbulentos campos para convertirnos en obreros de la humanidad. Nuestra misión se va cumpliendo; vuestra disciplina y vuestra abnegación hacen de todos nosotros el núcleo fundamental de la futura República.
Y ordena enérgico:
!Ayudante de guardia!…!Un sargento y dos parejas de escolta, pronto, ¡para marchar!
Agramonte propone atraer esa fuerza al Potrero de Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey[9], ampliamente conocido por él por ser uno de sus campamentos habituales. Ubica la fuerza de la Infantería de Las Villas, recién llegadas[10], en los flancos oeste y sur del potrero y a la Brigada de Caonao entre ella. Sitúa a la caballería en el flanco este, oculta entre la hierba. Al entrar las fuerzas españolas, temerosas porque habían enterrado cerca de 100 cadáveres en los combates de Ingenio Molina y Cocal del Olimpo, no mordieron el anzuelo. Agramonte se percata de ello y se separa de la caballería para dar órdenes precisas a la infantería, que debía atraer al enemigo al fondo del potrero. Así de repente, como si hubiera concebido un nuevo plan partió con su escolta rumbo al vado que permitía cruzar la corriente del arroyo Basulto; ordena regresar a los demás, con la pretensión de cruzar el potrero y unirse a la caballería; y dice: “Voy a dejar que se entable la acción con los infantes y pronto nos veremos en Guayabo”. Es en esos momentos que una fuerza española de avanzada, que se había ocultado en el arroyo, lo sorprende y lo hiere mortalmente de un balazo en la sien derecha. A los 32 años, en plena juventud, traspasó los umbrales de la inmortalidad.
Aquel fatídico día, el cuerpo de Ignacio Agramonte cae entre una hierba muy alta; su escolta, corren a avisar a Serafín Sánchez. Henry Reeve, se entera de la noticia. La confusión es tremenda, pues al caer Agramonte sus hombres no reciben más ordenes y Reeve decide retirarse de Jimaguayú. Ordena a Serafín Sánchez que con su compañía busque el cadáver de Agramonte y después se retire a Guanábana. Registran pero no encuentran el cuerpo de su admirado y querido jefe.
El día 12, al llegar el cadáver a la plaza situada frente al hospital, el Padre Olallo, desafiando a los soldados españoles, solicitó conducirlo en camilla hasta el “Hospital de San Juan de Dios”, donde lavó sus restos mortales y rezó ante el cadáver. El cuerpo fue incinerado con leña ypetróleo por orden del gobernador hispano Ampudia.
Matrimonio
El gran amor de la vida de Agramonte fue la hermosa y culta Amalia Simoni Argilagos, miembro de una acaudalada familia de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. El 30 de julio de 1867 Ignacio le escribe a Amalia una carta donde muestra su amor[11]:
(…) Brindé cariñosamente por ti y aquella mesa, muerta desde tu partida, se reanimó con tu recuerdo que tan dulce me es; parecíame, Amalia, que no estabas lejos, que tu espíritu venía a presidir aquella reunión y a derramar aquel delicioso encanto que otra vez derramó tu belleza y sobre todo y para mí tu amor; el pecho se me hinchaba porque me parecía respirar el aire que tú habías respirado; aquel salón tanto tiempo oscurecido tenía la claridad que contigo tenía; el corazón latía repitiendo los mismos latidos de aquellos días; tú estabas a mi lado porque allí te colocaba mi imaginación amorosa (…).
El 1 de agosto de 1868 la pareja contrae matrimonio con en la iglesia de “Nuestra Señora de la Soledad”. De esta unión nacen sus dos hijos: Ernesto, nacido en la manigua, y Herminia, a la que Agramonte no llegó a conocer.
Las cartas de Agramonte a su esposa expresan el cariño hacia ella y sus hijos, Ernesto y Herminia, a la que no conoció[12]:
Idolatrada esposa mía: Mi pensamiento más constante en medio de tantos afanes es el de tu amor y el de mis hijos. Pensando en ti, bien mío, paso mis horas mejores, y toda mi dicha futura la cifro en volver a tu lado después de libre Cuba.
Amalia siguió a su esposo a la guerra, en la manigua conoció la penuria y el peligro y empleó sus manos de patricia en las más rudas faenas. Durante un ataque español al campamento mambí donde se encontraba es capturada, el 26 de mayo de 1870, junto a su hijo, su hermana Matilde, y otros miembros de la familia Simoni. Las autoridades hispánicas le propusieron entonces a Amalia que escribiera a Agramonte solicitándole, por su amor y el de su hijo, que renunciara a la Revolución. Pero Amalia estaba plenamente identificada con los ideales de su esposo. Indignada, ripostó[13]:
General, primero me cortará usted la mano, antes que escribir a mi esposo que sea traidor.
Calificativos honrosos
Desde su etapa independentista y hasta nuestros días, Ignacio Agramonte recibió varios calificativos, el más famoso fue el del “El Mayor…”, que según cuenta la historia fue puesto el 9 de julio de 1873 por el brigadier norteamericano Henry Reeve. Otros calificativos honrosos son:
- A partir de mayo de 1869 algunos partes militares fueron firmados por Agramonte como “El Mayor General” y luego aparecía su nombre.
- Su ayudante y miembro de la escolta, el capitán villareño Ramón Roa Garí, lo definió en 1873, “UN HOMBRE DE HIERRO”.
- El patriota y periodista Ignacio Mora de la Pera lo consideró, el 11 de junio de 1873, como “La mejor figura de la revolución”.
- El presidente de la República de Cuba en armas, Carlos Manuel de Céspedes, el 8 de julio de 1873 lo denominó “Heroico hijo”.
- El doctor Félix Figueredo Díaz, brigadier y jefe de sanidad del ejército oriental lo nombró, el 23 de julio de 1873, “ídolo de los camagüeyanos”.
- El generalísimo dominicano-cubano, Máximo Gómez Báez, en julio de 1873, admitió que Agramonte estaba llamado a ser el “FuturoSUCRE cubano”.
- El destacado periodista camagüeyano Ricardo Correoso y Miranda, publicó en el periódico “El Machete” un atrevido artículo dedicado a honrar a Ignacio Agramonte, cuando aún la Isla estaba sometida a España. El 18 de mayo de 1887 lo designó “Ilustre abogado” y además un “Washington cubano”.
- Desde el 10 de octubre de 1888, estando en Nueva York, José Martí lo calificó: “Diamante con alma de beso”[14].
- Manuel Ramón Silva y Zayas, camagüeyano, catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza y coronel de la guerra de independencia de1895, llamó a Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1899 , “Mártir de Jimaguayú”.
- En el periódico habanero “La Verdad”, apareció un artículo dedicado a recordar el aniversario de la fatal caída en combate de Agramonte. La publicación, del 11 de mayo de 1899, lo designó como “Egregio Caudillo”. En esa misma fecha, Manuel Ramón Silva lo ratifica con tres adjetivos, “El libertador”, “Titán y campeón de la libertad”.
- El periodista Manuel de la Cruz Delgado, escolta de Agramonte y participante en el rescate del brigadier Julio Sanguily, lo califico, el 20 de mayo de 1902, “Insigne paladín” y “Arquitecto de la revolución”.
- Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: “Paladín de la vergüenza” y “Apóstol inmaculado”.
- Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: “Salvador de la revolución”. El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, “Coloso genio militar”.
- El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo “Un Simón Bolívar”.