La prehistoria de la isla de Cuba comprende desde alrededor del año 8000 a. C. con la llegada de los primeros aborígenes hasta la llegada de Cristóbal Colón en 1492. La historia escrita de la isla comienza con la penetración española que creó la Capitanía General de Cuba.

Cuba se independizó de España luego de la derrota de ésta última en la Guerra Hispano-Estadounidense. Como resultado, la isla pasó a ser controlada por Estados Unidos, que luego de una intervención militar, le da la forma de una República, aunque en los hechos haya seguido dependiendo de aquel país hasta la Revolución cubana.

 

Migraciones prehispánicas hacia Cuba

: 6000 a. C. Desde el Golfo de México y Norteamérica. Cazadores paleolíticos que venían del Missisippi, la Florida y Bahamas detrás del “perezoso gigante” Megalocnus rodens, el manatí, el almiquí, la jutía y otros.

  • Segunda Migración: 2500 a. C. desde Centro y Suramérica, especialmente los territorios que ocupan México, Honduras y Venezuela. Se establecieron en la costa sur de Cuba (Ciénaga de Zapata, Isla de Pinos y Guanahacabibes). Pescadores de plataforma y recolectores de litoral. Usaban cuchillos, percutores, morteros con conchas, picos, etc. Se encontraban en el Matriarcado y enterraban a sus muertos.
  • Tercera Migración: 500 a. C. desde la Florida y el valle del Missisippi. Se asentaron en Matanzas y se extendieron por esa zona de la costa norte.
  • Cuarta Migración:Siglo VI d. C. Primera migración de taínos desde Las Antillas y se ubicaron fundamentalmente en la zona oriental de Cuba, alrededor de la actual Banes. Introdujeron el maíz, la yuca, el tabaco y muchos utensilios de la economía agroalfarera. Poseían rituales y tenían una organización social.
  • Quinta Migración: Primera mitad del siglo XV d. C. Utilizaron la misma ruta migratoria que sus antecesores y se asentaron esencialmente en Mayarí. Según el Padre de las Casas, eran los taínos, procedentes de la costa de Venezuela, estaban más adelantados y practicaban la agricultura del maíz y la yuca, además de la cerámica, los anteriores fueron los siboneyes y los más antiguos pobladores de la isla fueron los guanajatabeyes.

Se discute aún si el Siboney fue anterior al Guanajatabey o si este lo precedió en su llegada a Cuba. Los restos del Guanajatabey fueron descubiertos por el Ing. José A. Cosculluela en el montículo de Guayabo Blanco en la Ciénaga de Zapata, a fines del año 1913. pertenecía al período o cultura de la concha; su artefacto característico era la gubia, su cráneo sin deformar, grande con 1382 c.c. de capacidad, Lipsi-Subbraquicéfalo. Ha sido nominado por los sabios del Grupo Guamá, “Hombre de Cosculluela”. Vivió en toda la isla, pero en el momento del descubrimiento había mermado notablemente y se había refugiado en la parte occidental de Cuba, actual provincia de Pinar de Río y en algunos cayos en la costa sur de la isla. No se conoce con exactitud su procedencia.

En tiempo le siguió el “Siboney”, el verdadero cubano. Pertenecía al período segundo o cultura de la piedra. Sus instrumentos característicos eran la gubia, bola y daga. Sus asientos típicos fueron: Pico Tuerto del Naranjal, Cayo Redondo y Soroa. Su cráneo pequeño sin deformar, 1165 c.c., Mesosubbraquicéfalo ha sido denominado Hombre de Montané. Habitó en toda la isla y cuando ocurre el descubrimiento había sido sojuzgado por el Taíno que fue el último y más adelantado de los indígenas. Pertenecía al período tercero o cultura de barro o alfarería; sus instrumentos característicos fueron las hachas petaloides y las vasijas de barro. Sus lugares típicos: Baracoa, Banes, Morón y Cienfuegos. Su cráneo tenía deformación tubular oblicua, y un promedio de 1435 c.c. de capacidad craneal (según Broca la capacidad media del cráneo de la raza germánica en el siglo XIX era de 1534 c.c., la de la negra 1371 y la de la australiana 1228). El siboney era de origen arahuaco procedentes de América del Sur, sus lenguajes eran muy parecidos y con raíces semejantes.

 

Llegada de Colón

Durante el primer viaje de Cristóbal Colón, la primera isla visitada y conocida por los nativos como Guanahani fue bautizada con el nombre de San Salvador, la segunda con el nombre de “Santa María de la Concepción” (Rum Cay), la tercera la bautizó “Fernandina” (Isla Long) en honor a Fernando II de Aragón por su gran tamaño, y a la isla llamada “Samaet” por los nativos la bautizó como “Isabela” ( Crooked Island) en honor a Isabel I de Castilla. Es en esta última isla el 21 de octubre de 1492 donde Colón escucha hablar a los nativos de la isla llamada “Colba” (Cuba) y de “Bohio” (La Española). Colón se entusiasmó, pues estaba convencido de que Colba era Cipango, incluso portaba cartas de los Reyes Católicos dirigidas al Gran Khan, pues el objetivo del viaje era precisamente viajar a las tierras de oriente en busca de perlas y oro.

Acompañado de diez nativos de Guanahani, el miércoles 24 de octubre partió de la isla Isabela en busca de Cuba, después de cruzar unos bancos de arena (Ragged Island) en la tarde lluviosa del sábado 27 de octubre de 1492 avistaron la isla. Al día siguiente navegaron por un río descrito como “muy hermoso y sin peligro de bajas ni otros inconvenientes, con una boca de doce brazas y bien ancha para barloventear”, dijo el almirante:

” …Que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el río, hermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente; había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas hechas de madera, que entregó en la isla un camion de Fustes Esteva. la tierra muy llana….”

Diario de a Bordo de Cristóbal Colón

Bajaron a tierra y encontraron dos casas que creyeron de pescadores de langostas, que abastecían al Grupo La Sirena. por las redes de hilo de palma, cordeles y anzuelos así como aparejos de pesca. Se cree que el lugar es actualmente la bahía Bariay, a la cual Colón bautizó como el “río y puerto de San Salvador”, navegando hacia el poniente encontró un pequeño río al que bautizó con el nombre de “río de la Luna”, poco después uno más grande al que bautizó como el “río de los Mares” (puerto de Gibara, Bartolomé de las Casas lo identificó como Baracoa), donde Colón se detuvo por dos semanas manteniendo contacto con los nativos. El capitán de la Pinta comunicándose con los nativos entendió que Cuba era una ciudad en tierra firme, y que al norte había un rey que tenía guerra con el Gran Khan, pero lo que realmente intentaban comunicar los nativos era que al norte existía una provincia llamada “Cubanacán”.

Colón bautizó a la isla con el nombre de “Juana”[1] en honor a Juan de Aragón quién aún vivía y era el heredero a la corona de los Reyes Católicos patrocinadores del viaje. Frecuentemente se piensa que fue bautizada en honor a Juana I de Castilla, lo que es un error, pues ésta sólo fue posteriormente la heredera del trono tras las muertes del príncipe Juan (4 de octubre de 1497) y de su hermana mayor Isabeñ de Aragón (23 de agosto de 1498).

Su insularidad fue probada luego de un bojeo llevado a cabo entre 1509 y 1510 por Sebastián de Ocampo.

Años más tarde, el nombre de “Fernandina” fue trasladado a la isla de Cuba por su gran tamaño en comparación a la isla Long, también se le pretendió asignar el nombre de “Santiago” por la ciudad que fundó Diego Velázquez de Cuéllar en 1515. Sin embargo la isla siempre fue referida con el nombre de “Cuba”, ya sea por “Cubanacán” ó por una derivación de “Colba”.[2]

 

Periodo Colonial

Casi dos décadas después del primer viaje de Colón se inicia la conquista de la isla por España, como parte del proceso de ocupación que se irradiaba hacia diversas tierras del Caribe. A Diego Velázquez, uno de los colonos más ricos de La Española, se encargó sojuzgar el territorio cubano, que se inició en 1510 con una prolongada operación de reconocimiento y conquista, plagada de cruentos incidentes. Alertados acerca de las tropelías cometidas por los españoles en las islas vecinas, los aborígenes de la región oriental de Cuba resistieron la invasión hispana, dirigidos por Yahatuey o Hatuey, un cacique fugitivo de La Española, quien finalmente fue apresado y quemado vivo como escarmiento.

Con la fundación de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa en 1512, los españoles emprendieron el establecimiento de siete villas con el objetivo de controlar el territorio conquistado – San Salvador de Bayamo (1513), la Santísima Trinidad, Sancti Spíritus y San Cristóbal de La Habana (1514), Santa María del Puerto Príncipe (Camagüey) (1515)- hasta concluir con Santiago de Cuba (1515), designada sede del gobierno. Desde estos asentamientos, que en su mayoría cambiaron su primitiva ubicación, iniciaron los conquistadores la explotación de los recursos de la isla.

Por aquellos días la industria fundamental en el territorio se limitó a una fallida búsqueda de oro, la ganadería y una incipiente agricultura.

La actividad económica se sustentó en el trabajo de los indígenas, entregados a los colonos por la Corona mediante el sistema de “encomiendas”, una especie de concesión personal, revocable y no transmisible, mediante el cual el colono se comprometía a vestir, alimentar y cristianizar al aborigen a cambio del derecho de hacerlo trabajar en su beneficio. El renglón económico dominante en estos primeros años de la colonia fue la minería, específicamente la extracción de oro, actividad en la cual se emplearon indios encomendados así como algunos esclavos negros que se integraron desde muy temprano al conglomerado étnico que siglos después constituiría el pueblo cubano.

El rápido agotamiento de los lavaderos de oro y la drástica reducción de la población -incluidos los españoles, alistados en gran número en las sucesivas expediciones para la conquista del continente- convirtieron a la ganadería en la principal fuente de riqueza de Cuba. A falta de oro, la carne salada y los cueros serían las mercancías casi exclusivas con las que los escasos colonos de la isla podrían incorporarse a los circuitos comerciales del naciente imperio español.

Concebido bajo rígidos principios mercantilistas, el comercio imperial se desarrollaría como un cerrado monopolio que manejaba la Casa de Contratación de Sevilla, lo que no tardó en despertar los celosos apetitos de otras naciones europeas.

 

Esclavos y piratas

Los aborígenes comenzaron a escasear como mano de obra debido a los abusos y enfermedades traídas por los españoles a la isla, por lo que se decidió traer esclavos que fueron comprados a Portugal. La trata adquirió proporciones enormes, enriqueciéndose principalmente con el infame tráfico decretado por Carlos V y perpetuado hasta mediados del siglo XIX por los flamencos de la corte de Carlos I, a quienes se les concedió el monopolio, que luego se traspasó a los genoveses establecidos en Sevilla y, por fin, a los españoles.

En 1628 la escuadra holandesa al mando de Piet Hein derrotó y abordó a la flota de Cerdá y Benavides, que se dirigían a España frente a Matanzas.

En 1629, fracasó el ataque de la flota holandesa mandada por el almirante corsario Cornelius Jol alias pata de palo, contra La Habana, defendida por Cabrera.

La prosperidad de la Antilla fue tan extraordinaria que no tardaron los corsarios y piratas, franceses e ingleses, en hacer a Cuba de nuevo, víctima de sus pillajes. Ello ocurrió al ocupar nuevamente Rojas el gobierno y durante el mando de sus sucesores Juanes Dávila, Luján, Tejada y Barnuevo, último gobernador de dicha Antilla en el siglo XV. A Tejada se le debió la construcción de los castillos de Morro y de la Punta; en su tiempo se concedió a La Habana el título de ciudad.

En 1652, Los Hermanos de la Costa, cuya base de operaciones estuvo situada en la isla de La Tortuga, saquearon San Juan de los Remedios y se llevaron a las mujeres, esclavos y los ornamentos de las iglesias.

En 1654 los piratas desembarcan de nuevo por el puerto de Casilda, y asaltan a Trinidad, haciendo que el par de centenares de habitantes de la villa huyan despavoridos. El cura de la Iglesia que había acompañado a los colonos en la huida, regresa al poblado para tratar de evitar la profanación de su Santo Recinto, y es asesinado. Los asaltantes se llevaron cuanto podían de la villa, incluyendo también crucifijos y objetos de plata, oro, y cuanto de valor encontraron en la Iglesia.

En 1662, desembarcó una expedición inglesa compuesta por 900 hombres dispuesta a invadir la isla. Desembarcaron en Santiago. Permanecieron un mes y tras incendiar los edificios públicos, se llevaron los cañones del castillo del Morro y las campanas de la iglesia.

En el día de Navidad de 1665, los bucaneros franceses, al mando del pirata Legrand, con 300 hombres asaltaron y destruyeron Sancti Spiritus.

En 1667 el francés Jacques Jean David Nau (Francois L’Olonnois – el Olonés), ataca los poblados Batabanó, San Juan de los Remedios, y Puerto Príncipe. Este pirata – filibustero el Olonés, había llegado al Caribe cuando tenía 20 años de edad (1650), y desde muy temprano se destaca por su crueldad. En 1668 en los cayos al norte de la antigua provincia de las Villas (hoy Villa Clara), captura un barco español, y asesina a todos los tripulantes. El Olonés con asiento en la isla Tortuga (refugio de piratas), llegó a comandar una flota hasta de unos 50 navíos piratas. En una de sus incursiones para atacar algún punto de Panamá o Colombia, lo sorprende una tormenta en el golfo de Darién, que hace naufragar su nave, y es capturado por los nativos de la zona que lo matan.

En 1668 Henry Morgan, con 700 hombres, ingleses y franceses, invadió Camagüey y Puerto Príncipe. Venció la resistencia de la ciudad. Dejó encerrados en la iglesia, durante el saqueo, a muchas mujeres y niños que perecieron de hambre. Iguales saqueos acometió Morgan en Venezuela y el istmo de Panamá. En atención a sus servicios el gobierno inglés le nombró gobernador de Jamaica.

En 1674 el gobierno español autorizó el corso. Esta medida forzó a los filibusteros a que se trasladaran del mar de las Antillas al Pacífico. Su posterior persecución en el Pacífico provocó algún regreso al mar de las Antillas. El último filibustero de la zona, fue el holandés Lorenzo Graaf, llamado Lorencillo por su baja estatura. Fue el terror de las costas del golfo de México, Cuba y del litoral de Venezuela hasta que las flotas británicas y neerlandesas destruyeron sus refugios en Haití. En 1697, el almirante inglés Neville acabó con todos.

La destrucción del filibusterismo produjo alguna tranquilidad, pero el Dr. Vidal Morales escribió que al finalizar el siglo XVII yacía la colonia de Cuba en el más triste estado de abatimiento. La población era muy escasa (estimábanse treinta o cuarenta mil habitantes) habiéndose casi extinguido los naturales, disminuidos los europeos por repetidas epidemias, casi nula la inmigración blanca y todavía de poca importancia la africana. La producción era insignificante y las rígidas leyes del monopolio no permitían el comercio con los extranjeros, dando lugar al más escandaloso contrabando. Tampoco existía la industria, y la educación era muy rudimentaria.

 

Los Borbones y Cuba

El ascenso de la dinastía Borbón al trono español a principios del siglo XVIII, trajo aparejada una modernización de las concepciones mercantilistas que presidían el comercio. Lejos de debilitarse, el monopolio se diversificó y se dejó sentir de diverso modo en la vida económica de las colonias. En el caso cubano, ello condujo a la instauración del estanco del tabaco, destinado a monopolizar en beneficio de la Corona la elaboración y comercio de la aromática hoja, convertida ya en el más productivo renglón económico de la isla. La medida fue resistida por comerciantes y cultivadores, lo que dio lugar a protestas y sublevaciones, la tercera de las cuales fue violentamente reprimida mediante la ejecución de once vegueros en Santiago de las Vegas, población próxima a la capital. Imposibilitados de vencer el monopolio, los más ricos habaneros decidieron participar de sus beneficios. Asociados con comerciantes peninsulares, lograron interesar al Rey y obtener su favor para constituir una Real Compañía de Comercio de La Habana (1740), la cual monopolizó por más de dos décadas la actividad mercantil de Cuba.

El siglo XVIII fue escenario de sucesivas guerras entre las principales potencias europeas, que en el ámbito americano persiguieron un definido interés mercantil. Todas ellas afectaron a Cuba de uno u otro modo, pero sin duda la más trascendente fue la Guerra de los Siete Años (1756-1763), en el curso de la cual La Habana fue tomada por un cuerpo expedicionario inglés. La ineficacia de las máximas autoridades españolas en la defensa de la ciudad contrastó con la disposición combativa de los criollos, expresada sobre todo en la figura de José Antonio Gómez, valeroso capitán de milicia de la cercana villa de Guanabacoa, muerto a consecuencia de los combates.

Durante los once meses que duró la ocupación inglesa -agosto de 1762 a julio de 1763- La Habana fue teatro de una intensa actividad mercantil que pondría de manifiesto las posibilidades de la economía cubana, hasta ese momento aherrojada por el sistema colonial español.

Al restablecerse el dominio hispano sobre la parte occidental de la isla, el Rey Carlos III y sus ministros ilustrados adoptaron una sucesión de medidas que favorecerían el progreso del país.

La primera de ellas fue el fortalecimiento de sus defensas, de lo cual sería máxima expresión la construcción de la imponente y costosísima fortaleza de San Carlos de La Cabaña en La Habana; a esta se sumarían numerosas construcciones civiles, como el Palacio de los Capitanes Generales (de gobierno) y religiosas, como la Catedral, devenidas símbolos del paisaje habanero.

El comercio exterior de la isla se amplió, a la vez que se mejoraron las comunicaciones interiores y se fomentaron nuevos poblados como Pinar del Río y Jaruco. Otras medidas estuvieron encaminadas a renovar la gestión gubernativa, particularmente con la creación de la Intendencia y de la Administración de Rentas.

En este contexto se efectuó el primer censo de población (1774) que mostró la existencia en Cuba de 171 620 habitantes.

En 1803 y 1804 recibió a miles de emigrados españoles provenientes de La Luisiana cuando fue vendida por Francia a los Estados Unidos, faltando al compromiso de revertirla a España en caso de no interesarle. Además, recibió la inmigración de la población francesa de Santo Domingo cuando, tras declarar ésta su independencia, Napoleón envió allí sus tropas. Estos franceses se establecieron en su casi totalidad en Santiago, Guantánamo, Baracoa y poblaciones al pie de Sierra Maestra. En julio de 1808, con motivo de la Guerra de la Independencia, el gobernador de la isla, Salvador de Muro y Salazar, reunió a las autoridades y acordó la proclamación de Fernando VII y declaró la guerra a Napoleón. Ello produjo que el pueblo asaltara las casas de muchos franceses en Nipe, Holguín, Sagua, Mayari, Santiago, Baracoa, Guantánamo, etc.

En 1812 tuvo el primer intento de conseguir la independencia siguiendo el ejemplo de Haití liderado por el esclavo Antonio Aponte, cuyo objeto era lograr la emancipación de Cuba y establecer un gobierno negro. Al ser capturado, fue condenado a muerte con ocho correligionarios.

En 1818 gobernaba la isla el general José de Cienfuegos, y los diputados en las Cortes por la provincia de Cuba Francisco de Arango y Parreño, José Pablo Valiente y al superintendente de Hacienda Alejandro Ramírez obtuvieron la concesión de libre comercio de los puertos de Cuba con todos los mercados extranjeros. Este último, según dice el doctor D. Vidal Morales en su Historia de Cuba, fue un defensor de los derechos y materiales de Cuba; odiaba el vergonzoso tráfico de esclavos y cuantas trabas se oponían al progreso de estas tierras. Contribuyó a la fundación de Cienfuegos y al progreso de las colonias de Nuevitas, Guantánamo y Mariel. Combatió el contrabando. En la Sociedad Patriótica, de la que era el director, fundó la Sección de educación primaria, la Academia de dibujo y pintura, el Jardín Botánico, las cátedras de Anatomía y Botánica y el proyecto de la de Química. Ramírez falleció el 20 de mayo de 1821.

Los colonizadores españoles establecieron la cría de ganado y el cultivo de la caña de azúcar y el tabaco como los principales objetivos económicos de Cuba. Así la riqueza de Cuba entre 1823 y el final del siglo XIX se elevó a un nivel altísimo. Los capitanes generales convirtieron la isla en una dictadura totalmente diferente a las autocracias anteriores. La esclavitud y el tráfico (prohibido) de esclavos sustentaban el progreso. La mano de obra indígena ya había desaparecido por completo y se importaban esclavos africanos para trabajar en los ranchos y plantaciones a través de barcos de los Estados Unidos y asegurados en dicho país. Varios presidentes estadounidenses acariciaron la idea de adquirir la isla.

En los años posteriores, la situación económica cubana experimentó cambios significativos. La producción de café se derrumbó abatida por la torpe política arancelaria española, la competencia del grano brasileño y la superior rentabilidad de la caña.

La propia producción azucarera se vio impelida a la modernización de sus manufacturas ante el empuje mercantil del azúcar de remolacha europeo. Cada vez más dependiente de un solo producto -el azúcar- y del mercado estadounidense, Cuba necesitaba profundas transformaciones socioeconómicas a para las cuales la esclavitud y la política colonial española suponían grandes obstáculos.

El fracaso de la Junta de Información convocada en 1867 por el gobierno metropolitano para revisar su política colonial en Cuba, supuso un golpe demoledor para las esperanzas reformistas frustradas en reiteradas ocasiones. Tales circunstancias favorecieron el independentismo latente entre los sectores más avanzados de la sociedad cubana, propiciando la articulación de un vasto movimiento conspirativo en las regiones centro orientales del país.

 

Luchas independentistas

 

Influencia en el pensamiento independentista de los cubanos

Cuba fue la última colonia española importante en América en lograr su independencia.

La abolición de las leyes de esclavitud propugnadas por la metrópoli, tropezó con la oposición de los terratenientes cubanos. Entre discusiones sobre las indemnizaciones que debían recibir los terratenientes de una exhausta metrópoli consumida por guerras internas, inclinó a las principales familias a ver con buenos ojos la incorporación a los estados esclavistas del Sur de los EEUU, mientras parecían entablarse negociaciones para la venta de la isla a la Unión por ciento treinta millones de dólares. Las negociaciones fracasaron, bien por patriotismo o porque no interesaba al Sur de los EEUU, una incorporación a la Unión que prohibiera definitivamente la esclavitud, bien por los cambios de gobierno en España.

Tras fracasar el intento de los estados sureños de Norteamérica de anexionarla a la Unión entre 1848 y 1851, impulsada por los principales terratenientes de la isla, José Aniceto Iznaga Borrell con sus hermanos José Antonio y Antonio Abad y el general español nacido en Venezuela, Narciso López, quienes requirieron el apoyo del político sudista Jefferson Davis y del financiero Vanderbilt, les fue ofrecido el mayor Robert E. Lee para la dirección de la invasión. Finalmente la invasión con mercenarios reclutados de la reciente guerra entre México y los Estados Unidos fue desautorizada por el gobierno de Washington, quien hizo respetar a los estados sureños el tratado de neutralidad entre España y los Estados Unidos de Norteamérica de 1818. Ante la prohibición el mayor Robert E. Lee rechazó la dirección que fue asumida por el propio Narciso López, a quienes sus patrocinadores llamaban “El Gran Pirata”. Narciso López, por su lado, se dedicó a preparar una expedición, a la apertura de suscripciones y financiación a través de la familia Iznaga que financiaron la primera invasión de Cuba en 1849. La falta de apoyo interno dado que se veía la expedición como una invasión extranjera, hizo fracasar la expedición. Capturados los invasores, fue ejecutado Narciso López por garrote vil, por traición. Algunos de la familia Iznaga, (parientes de Narciso López por matrimonio de este con una sobrina), ante el fracaso de la invasión, se instalaron en Nueva York y en Misisipi, donde adquirieron gran cantidad de tierras de cultivo al borde del río y siguieron la causa por la independencia de Cuba desde 1820 a 1902. Los manbises fueron capitaneados por el General Ernesto Castañeda.

Durante la guerra civil de los EEUU, varios barcos procedentes de Cuba fueron hundidos por la Unión por tratar de romper el bloqueo a que estaban sometidos los puertos del Sur de los EEUU.

 

Motivos de estas luchas independentistas

La independencia cubana es una de las más tardías de América Latina, que culminará con la proclamación de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902. Los movimientos liberadores comienzan en Cuba a mediados del siglo XIX, en 1848 exactamente con la publicación del «El destino manifiesto». En 1868 estalla la primera guerra de la independencia tras el Grito de Yara, guerra conocida como la guerra de los diez años, ya que efectivamente finalizará en 1878 tras la Paz de El Zanjón.

Cuba era una gran productora azucarera, y la caída de los precios del azúcar son el detonante que provocan una nueva insurrección contra la corona Española en 1895. Tras duras y sangrientas batallas contra el general español Valeriano Weyler, el 15 de febrero de 1898 la misteriosa explosión del “Maine” hace que EE. UU. declare la guerra a España, que es finalmente derrotada por las fuerzas Cubanas en la batalla de Aguas Claras en agosto del mismo año. Ya en diciembre, el Tratado de París3 deja a Cuba bajo bandera estadounidense. Comenzaba un periodo incierto para Cuba, sin que la isla fuese, en la palabras del generalísimo cubano Máximo Gómez, “ni libre ni independiente todavía”. Estados Unidos había tomado el compromiso de permitir la independencia cubana en el momento en que en la isla hubiesen garantías de poder contar con un gobierno estable.

Así, en 1900 se convocarán elecciones que formarán la Asamblea Constituyente, siendo el sistema de votación el sufragio ilustrado (puede votar aquél que sepa leer y escribir) y censitario (más de 250 pesos en propiedades). Esta Asamblea redactará y aprobará la Constitución de 1901, siguiendo las doctrinas marcadas desde la Revolución Francesa, estableciendo un régimen republicano y representativo, organizado en torno a la división de poderes de Montesquieu. No obstante, EE. UU. impondría diversas enmiendas entre las cuales se incluían la cesión de terrenos como Bahía Honda y Guantánamo. Finalmente, el 20 de mayo de 1902 nace la República de Cuba con Tomás Estrada Palma como presidente.

Como ya hemos dicho antes, la mala situación económica de la isla provocada por la bajada de los precios del azúcar fue uno de los principales motivos por los cuales el pueblo cubano se levantó en armas contra la corona Española. Aunque la esclavitud se había abolido, las condiciones de los negros y mulatos en la colonia eran deplorables, por lo que los gritos libertadores encontraron una rápida y favorable respuesta por parte de los segmentos sociales más desfavorecidos. La mala situación de los campesinos hizo que los insurrectos obtuviesen el apoyo popular desde el primer momento, si bien serían las clases altas, terratenientes azucareros en su gran mayoría, los que más fervientemente apoyarían la revuelta. Un comercio controlado por España recortaba los beneficios, y la posibilidad de comerciar libremente fue suficientemente atractiva: Las presiones de la burguesía textil catalana habían llevado a promulgar de la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel Cánovas (1891),[3] que garantizaban el monopolio del textil catalán obligando a Cuba absorber sus excedentes de producción.[4] Este privilegio en el mercado cubano asentó la industrialización en Cataluña durante la crisis de la década de 1880, derivada de sus problemas de competitividad,[5] a costa de los intereses de la industria cubana, lo que fue un estímulo esencial de la revuelta.[6]

Otro de los motivantes de la independencia fueron los intereses coloniales de EE. UU. Existían grandes grupos de presión de inmigrantes cubanos residentes en EEUU que abogaban por un acercamiento entre ambos países. Mientras que EE. UU. era mirado con buena cara, España era el “malo” de la película, el gran enemigo. Estados Unidos era un potencia emergente e insaciable, que trataría de ‘atar’ al menos comercialmente a la gran mayoría de países fronterizos o geográficamente cercanos.

Sin embargo, y desde un punto de vista algo más existencialista, la más simple y clara razón por la que la isla trató de independizarse es por no sentirse a gusto con su estatus: podríamos decir que a partir del siglo XVIII la concepción de Cuba como nación va ganando adeptos, es decir, los habitantes de la isla empiezan a sentirse ‘cubanos’, sentimiento que choca con el hecho de ser dirigida desde España. Por ello, luchan por la independencia, y la consiguen.

Cuba es por tanto libre en 1902, tras casi 50 años de lucha. Pero estos 50 años de lucha y la posterior consecución de la ansiada libertad tienen unos elevados costes. Muchos de los generales cubanos creían en la guerra total, y la contienda se desarrolló bajo el esclarecedor lema de “destruir, destruir y destruir”. Se destruían refinerías, cañerías, carreteras, viviendas y todo lo que no fuese estrictamente necesario para la batalla. En cuanto a costes demográficos, cabe destacar que fue la población civil la que más sufrió, en gran parte por las agresivas técnicas utilizadas por el general español Weyler. Se calcula que alrededor de 15 mil contendientes cubanos perdieron la vida durante los enfrentamientos, pero las víctimas civiles oscilan entre 40 mil y 70 mil.

Otro de los peajes que Cuba tendría que pagar por su independencia son las enmiendas introducidas por Estados Unidos en su Constitución. Conocida como la Enmienda Platt, limitó la soberanía cubana en temas económicamente estratégicos. Los grandes beneficiarios fueron los grandes terratenientes, ya que la situación del campesinado apenas mejoraría. Eso sí, la esclavitud sería rápidamente abolida.

 

Guerra de los Diez Años

El inicio de las luchas por la creación del Estado Nacional, una vez fracasados los intentos de reformas que realizaron los delegados cubanos a la Junta de Información, tuvo un antecedente inmediato. Desarrollado a partir de 1867, el proceso conspirativo tuvo su espacio fundamental en la región del centro – oriente cubano, con especial fuerza en las ciudades de Santiago de Cuba, Manzanillo y Camagüey.

Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueredo, Carlos Manuel de Céspedes, Vicente García, Salvador Cisneros Betancourt, y Miguel Jerónimo Gutiérrez ejemplifican a este grupo de terratenientes revolucionarios, empeñados en expulsar a España de Cuba.

Devenido Céspedes jefe de la Revolución, el 10 de octubre de 1868 se produjo el grito de independencia en su ingenio Demajagua situado en la histórica ciudad de Manzanillo, al tiempo que realizaba dos actos de suma trascendencia: liberó a sus esclavos y dio a conocer un documento que pasaría a la historia como Manifiesto del 10 de octubre donde señala las causas de la lucha, la lucha armada como única vía posible y los objetivos: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. A pasos acelerados la Revolución ampliará su escenario en la zona oriental, demostrando la validez del alzamiento cespedista. Las bisoñas tropas mambisas, que comenzaban a ser entrenadas por militares dominicanos de la talla de Modesto Díaz y Luis Marcano, empezaron a demostrar la importancia del machete como arma redentora. Con rapidez, una figura de trascendencia especial en la historia nacional, se pondría de manifiesto: Máximo Gómez, vencedor en la carga al machete en Tienda de Pino, cerca de Baire, el 4 de noviembre.

La toma de Bayamo, en el propio mes de octubre proporcionó una capital a la naciente revolución y permitió el decurso de ciertas transformaciones, no sin antes haber redactado Pedro Figueredo la letra del Himno de Bayamo.

El 4 de noviembre los camagüeyanos se levantaron en armas en Las Clavellinas, dirigidos por la Junta Revolucionaria local, que más tarde en las Minas se radicalizaría a manos de Ignacio Agramonte. Los villareños efectuaron su alzamiento el 6 de febrero de 1869 en el cafetal San Gil en Manicaragüa.

La reunión de los centros de dirección revolucionaria para dejar constituido el frente único de combate contra la metrópoli tuvo lugar en Guáimaro, a partir del 10 de abril de 1869. Céspedes encabezó a los delegados orientales, Agramonte y Cisneros Betancourt a los camagüeyanos y Miguel Jerónimo Gutiérrez a los villareños. En esa asamblea se aprobó la Constitución de Guáimaro que estableció la elección de un Presidente, de un General en Jefe y de una Cámara de Representantes como poder supremo. Se estableció en la Constitución un poder legislativo (la Cámara) con exagerados poderes sobre el Presidente y el General en Jefe, esto provocará contradicciones dentro del Poder Civil y entre el Poder Civil y el Poder Militar. No obstante la primera constitución cubana tenía un marcado carácter republicano, democrático y abolicionista, inspirada en el modelo de Montesquieu. Céspedes es electo como Presidente de la República de Cuba en Armas.

El ejército libertador cubano, tras meses de duro aprendizaje militar, alcanzó una capacidad ofensiva que se pondría de manifiesto en la invasión de la rica región de Guantánamo por el General Máximo Gómez, la poderosa ofensiva militar insurrecta dirigida por Gómez que tenía como objetivo destruir la riqueza cafetalera y cañera de la región e incorporarla a la lucha se prolongó varios meses y logró sus objetivos. Se destacó en la misma la figura de Antonio Maceo en el combate de Cafetal de Indiana rescatando a su hermano José. Las brillantes acciones libradas en las sabanas camagüeyanas por la caballería al mando de Ignacio Agramonte, se destaca el Rescate del brigadier Julio Sanguily el 8 de octubre de 1871, acción heroica de Agramonte y 35 jinetes que en un hecho relámpago derrotaron a una columna española de 120 hombres. Pero este avance militar se vio lastrado por las diferencias políticas en el campo revolucionario, las cuales condujeron a la deposición de Céspedes de su cargo de Presidente de la República (1873) e impidieron el tan necesario apoyo en armas y medios de los patriotas emigrados.

El empuje militar cubano alcanzó su cenit entre 1874 y 1875. Gómez había sustituido a Agramonte, quien había caído en combate en 1873, al frente de Camagüey y logra importantes victorias en los combates de La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Mojacasabe y Las Guásimas, este último fue el mayor de toda la guerra y causó a los españoles cerca de 1000 bajas. El 11 de enero de 1875 Gómez comienza el intento de Invasión a Occidente. Con 1000 hombres cruza la trocha de Júcaro a Morón y penetra en territorio villareño produciendo la invasión a Las Villas, no obstante los villareños no aceptan a Gómez como jefe por no ser este nativo de esta región y se ve obligado a retirarse a las Villas. Entre tanto en Camagüey las tropas rechazan a Maceo como jefe por motivos similares. Por lo que la Invasión a Occidente fracasa. Por el mismo tiempo el General Vicente García protagoniza las sediciones de Lagunas de Varona y Santa Rita, en abril de 1875 y mayo de 1877 respectivamente.

El desfavorable sesgo de la correlación de fuerzas y el desgaste en el campo insurrecto, posibilitaron que un importante sector del movimiento independentista aceptase las propuestas del General español Arsenio Martínez Campos. El plan pacificador de Martínez Campos constaba de dos partes: presionar militarmente a los insurrectos ampliando el Ejército español y en promesas a los jefes y soldados insurrectos que se rindieran. El plan tuvo éxito porque la indisciplina, el caudillismo, el regionalismo, el racismo y las contradicciones de todo tipo habían causado profunda debilidad moral en el terreno insurrecto; todo esto se resumió en una propuesta de paz elaborada por Martínez Campos conocida como Pacto del Zanjón este sólo daba reformas a Cuba como permitir la formación de partidos políticos no separatistas, crear cierta libertad de prensa y de reunión, otorgar la libertad solo a los esclavos que se habían incorporado a lo lucha. No obstante la paz sin independencia firmada en el Zanjón (1878) no obtuvo el consenso de las fuerzas mambisas y en particular fue rechazada por el General Antonio Maceo en el hecho conocido como la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878.

Aunque las acciones militares insurrectas no pudieron sostenerse por mucho tiempo, la Protesta de Baraguá, escenificada por Maceo y sus tropas, que encarnaban los sectores más populares del movimiento revolucionario, constituyó la evidencia mayor de la irrevocable voluntad de los cubanos de continuar la lucha por la independencia.

 

Pacto del Zanjón

La situación de los cubanos en el campo de batalla no eran las mejores. Carentes de municiones y armas combatían contra un ejército más capacitado y preparado que ellos.

Ante tal situación, en el año 1878 las autoridades llevan a cabo un plan que les permitiese, no gastando mucho más recursos en armas y en el ejército, acabar con la Guerra en Cuba; es así que se da a la tarea de un plan de pacificación de Cuba en el que se encuentra incluido el Pacto del Zanjón. El pacto consistía en que se permitiría a todos los oficiales del Ejército Libertador obtener una buena suma de dinero con tal de que entregaran las armas y dejaran los campos de batalla, además de liberar a los esclavos que solamente hubiesen tenido presencia en la guerra. De esta manera, se lograba una paz sin independencia, los dos principales objetivos que se plasmaron en la Asamblea de Guáimaro:

  • La independencia de Cuba
  • La abolición de la esclavitud.

Estas demandas del pueblo cubano no se cumplieron. Muchos fueron los oficiales que aceptaron el pacto.

Antonio Maceo, ante tal situación realizó uno de los actos más patrióticos de la Historia de Cuba: La Protesta de Baraguá (15 de marzo de 1878). El General Maceo en esta protesta se entrevistó personalmente con la más alta autoridad en Cuba en esos tiempos, el Capitán General Arsenio Martínez Campos. Aquí el General Maceo se mantuvo firme y rechazó todo tipo de negociaciones por parte de España. Se escribe una de las páginas más dignas de las luchas independistas cubanas.

 

El período de entreguerras

Si se estudia con detenimiento la etapa histórica nacional que transcurre a partir del cese de la Guerra de los Diez Años, llama la atención un hecho notable: se desarrolla el modo de producción monopolista en Cuba.

El número de fábricas de azúcar se reduce de 1190 en el año 1878 a 500 en el año 1895, pero la producción de azúcar creció de 597.000 toneladas en 1878 a más de un millón en 1895, esto se explica por el hecho de que los pequeños y viejos ingenios se transformaron en grandes centrales azucareros con maquinarias y técnicas modernas, los nuevos centrales contribuyeron al desarrollo del transporte y las comunicaciones, lo que redujo el asilamiento localista. Los nuevos centrales necesitan más caña por lo que se incrementan los latifundios cañeros. Los hacendados de Las Villas, Camagüey y Oriente no pueden competir con los hacendados de Occidente que no habían sufrido pérdidas en la guerra por lo que se arruinan y venden sus fábricas y tierras y se convierten en colonos (arrendatarios).

Entre 1878 y 1895 los Estados Unidos hacen importantes inversiones en Cuba, principalmente en el azúcar, la minería y el tabaco. En 1895 sus inversiones ascendieron a 50 millones de pesos. También en esta etapa Estados Unidos intensificó su control comercial sobre Cuba.

Como consecuencia de la guerra y de las transformaciones económicas que exigían mano de obra calificada, España decreta la abolición de la esclavitud en 1886. La abolición de la esclavitud provocó el aumento del proletariado nacional.

En 1892 se celebró en Cuba el I Congreso Regional Obrero donde se abordaron demandas económicas pero también se planteó el derecho de los obreros a luchar por la independencia. En la emigración los obreros cubanos serían el sostén principal de la próxima etapa de lucha.

En virtud de los acuerdos del Zanjón surgen dos partidos políticos: El Partido Liberal (Autonomista), compuesto principalmente por cubanos ricos y el Partido Unión Constitucional compuesto principalmente por propietarios españoles.

Durante esta etapa se produjeron cambios que acentuaron la estructura colonial, la deformación económica y la dependencia del exterior, lo que exigía la necesidad de una guerra de liberación nacional.

Entre 1879 y 1880 se desarrolla la Guerra Chiquita esta fue preparada por Calixto García al frente del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York. Se sumaron dentro de Cuba, Quintín Banderas, José Maceo y otros. Se produjeron alzamientos de importancia en Oriente y Las Villas.

Esta guerra fracasó por su deficiente preparación, por la falta de ayuda exterior, también por la llegada tardía de Calixto García y la ausencia de Gómez y Maceo. No obstante se evidenció la vigencia del ideal independentista, su fracaso sirvió de lección a los cubanos.

Otro intento de reanudar la lucha durante esta etapa fue el frustrado Plan Gómez-Maceo, que consistió en una conspiración dirigida por estas figuras desde el exterior, con el fin de dar continuidad a la lucha. Este plan también fracasó por una serie de factores organizativos y la incapacidad de articular las acciones con un movimiento de masas amplio y unido. Esa sería la obra de José Martí.

 

Guerra Chiquita

La conocida como Guerra Chiquita estuvo dirigida por Calixto García en 1879. Fueron un conjunto de alzamientos en Oriente (antigua provincia cubana). Aunque lo intentó no pudo participar Antonio Maceo, otro importante mambí.

La guerra fue extremadamente corta. Apenas había recursos y por muchas que fueran las ganas independentistas de los cubanos el reducido y hambriento ejército cayó. España triunfó fácilmente e hizo que los cubanos sintieran la necesidad de otra revuelta mayor, mejor preparada y organizada.

 

José Martí

José Martí fue la figura cimera del siglo XIX continental. Su ideario político–social trascendió las fronteras de su patria, marcando pautas que condujesen a América Latina a su “segunda independencia”. Con la creación del Partido Revolucionario Cubano, concebido como la organización única de todos los independentistas cubanos que debía conseguir los medios materiales y humanos para la nueva empresa emancipadora, y su labor como periodista de talla universal, impulsó una labor de esclarecimiento y unificación, centrada en los núcleos de emigrados cubanos, principalmente en Estados Unidos, pero con amplia repercusión en la isla. Martí impulsó una tremenda renovación dentro de las letras hispanas de fines de la centuria.

El Partido Revolucionario Cubano o PRC fue una creación del ensayista, poeta y patriota cubano José Martí en 1892. Exiliado de Cuba, se vio en la necesidad de reunir a los antiguos y retirados mambises cubanos para un nuevo alzamiento.

Se promovieron ideas revolucionarias y alentaron a más cubanos a la lucha. Mientras, en Cuba, se reunieron fuerzas para el alzamiento.

 

Guerra Necesaria o de la Independencia de Cuba

Finalmente, tras una lucha de 30 años que comenzó en 1868, José Martí, el héroe nacional cubano, inició el impulso final hacia la independencia en 1895. A esta guerra José Martí la nombró la Guerra Necesaria, la cual estalló el 24 de febrero de 1895 por orden directa de su organizador Martí. En los inicios de la guerra el Ejército Libertador sufre la pérdida de dos de los más importantes dirigentes de la guerra, Antonio Maceo, lugarteniente general y José Martí, el organizador de la guerra, Secretario General del primer partido surgido para unir a los cubanos, el Partido Revolucionario de Cuba (PRC).

En esta guerra los cubanos consiguen objetivos que en las anteriores no habían obtenido. Logran llevar la lucha armada a todo el país mediante el método de invasión. España pierde cada vez más plantaciones de caña en Cuba y sus riquezas se agotaban por lo que la situación del ejército español no era la más óptima.

 

Reconcentración de Valeriano Weyler

Como producto de los éxitos cubanos, se instauró un nuevo capitán general en la isla: Valeriano Weyler, militar que alcanzó el grado de Teniente General luchado con los liberales contra los absolutistas durante las Guerras Carlistas, y alcanzó la mayor condecoración militar española (Cruz Laureada de San Fernando) en Santo Domingo, tras haber solicitado la excolonia su reincorporación a España.

La metrópoli recurrió a un militar de experiencia, dado que con anterioridad a su nombramiento en febrero de 1896 por Cánovas del Castillo como Capitán General de Cuba, lo había sido de Canarias, Cataluña, Vascongadas, Baleares y desde 1883 de Filipinas.

Su gobierno en la Gran Antilla se le conoce por eficacia militar a pesar de su crueldad, que adecuadamente publicada por la prensa de EE.UU. ( Pulitzer, Hearst) le granjeó la impopularidad internacional a España .

En 1897, al llegar a la isla, instauró un gobierno que reprimió a todos los colaboradores del Ejército Libertador. Así surgen medidas que eran prácticas que se realizaban, en conflictos coetáneos similares (Horatio Kitchener en la Guerra de los Boers; ejército de EE. UU. en sus Guerras Indias y en la Guerra de Secesión Norteamericana[7] como hicieran los generales Sheridan y David Hunter al devastar completamente el valle de Shenandoah o Sherman al arrasar Georgia y Carolina del Sur; Ejército de la República Argentina en las campañas conocidas como la Conquista del Desierto, etc.): la concentración, para evitar el apoyo al enemigo. Murieron gran cantidad de cubanos, la inmensa mayoría mujeres, niños y ancianos.

Como resultado de estas medidas de Reconcentración, aproximadamente cerca del 20 por ciento de la población cubana fue exterminada. Aunque desde posiciones cubanas se señalan las víctimas en números superiores a 400.000, otros datos apuntan a un número de 300.000 cubanos desplazados y 100.000 fallecidos víctima del hambre y las enfermedades[8] .

A pesar de la eficacia militar de las medidas de Weyler, (en todos los conflictos arriba enumerados en los que se recurrió a las prácticas de concentración se obtuvo éxito militar) España no logra derrotar a los insurrectos, y la metrópoli, cediendo a las presiones por la crueldad de las medidas, lo sustituye en el mando en octubre de 1897, como una de las primeras actuaciones de Sagasta al ocupar nuevamente el cargo de Presidente del Consejo de Ministros de España tras el asesinato de Cánovas del Castillo. Este cambio provocó que los independentistas cubanos avanzaran en sus posiciones. Finalmente, los estadounidenses, que desde el inicio de las guerras de liberación de los cubanos en 1868 habían estado ayudando a los europeos, les brindan a los cubanos su ayuda aparentemente desinteresada para acabar de derrotar a España.

 

Guerra Hispano-Cubana-Estadounidense

Las fuerzas cubanas ganaban cada vez más terreno y el Ejército Español se debilitaba rápidamente, en esa situación se produjo la intervención de los Estados Unidos. En 1898 el acorazado estadounidense Maine se hundió en la Bahía de La Habana el 15 de febrero, debido a una explosión de origen desconocido, y Estados Unidos entró en la guerra. La guerra concluyó con la firma de un tratado de paz (Tratado de París, del 10 de diciembre de 1898) entre España y Estados Unidos en virtud del cual Norteamérica recibió el control absoluto de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

 

Ocupación estadounidense

El final de la guerra trajo consigo un recrudecimiento de las diferencias internas de las fuerzas revolucionarias cubanas que existían desde la muerte de José Martí pero que se habían mantenido acalladas durante los años de guerra (1895 y 1896) por la necesidad de luchar contra el enemigo común.

El gobierno de Washington acabó muy pronto con el maltrecho Ejército Español y no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba, el país estaba arruinado totalmente, las ciudades y los campos estaban llenos de familias hambrientas por causa de la reconcentración, las fuentes de trabajo estaban muy disminuidas y algunos libertadores perdieron incluso las posesiones que tenían antes de la guerra.

El 1 de enero de 1899 se iniciaba la ocupación de Cuba por los Estados Unidos a través del gobierno que decretaba órdenes militares.

Durante este período el gobierno interventor dirige sus acciones en dos aristas. La primera fue tratar de recuperar al país de las secuelas de la Guerra, para esto destinó auxilios directos a la población en alimentos y medicinas, ideó el Plan de saneamiento de la isla y la creación de escuelas públicas.

La segunda fue asegurar su situación privilegiada con respecto a Cuba en la futura etapa republicana. Para ello rebaja de aranceles a productos estadounidenses que invadirán el mercado interno cubano, crea la Ley de Deslindes y división de haciendas comunales, mediante la cual el Estado se apropiaría de muchas tierras las cuales serían vendidas después a empresas estadounidenses privadas, a través de la Ley ferrocarrilera favorecería las inversiones estadounidenses en esa esfera y desplazaría a los ingleses y mediante concesiones mineras las compañías estadounidenses obtienen el derecho de explotar minas en Cuba.

Mediante la Ley militar No.301 del 25 de julio de 1900 el gobierno llama a una convocatoria a elecciones de delegados para la Asamblea Constituyente. El sistema electoral que se aplicó se basaba en el sufragio ilustrado (sólo podían votar los que sabían leer y escribir) y censitario (los electores debían tener 250 pesos o más en propiedades).

La Asamblea Constituyente redactó y aprobó la Constitución de 1901 de carácter liberal-democrático. La Constitución de 1901 contenía las partes clásicas de toda constitución: la dogmática relativa a los derechos individuales que había conquistado y consagrado la Revolución francesa; la orgánica referente a la estructura, funciones y derechos de la organización estatal y la cláusula de reforma (Artículo 115). En esencia se estableció un régimen republicano y representativo, estructurado en la célebre división de poderes de Montesquieu. El legislativo se componía de un Senado y una Cámara de Representantes (sistema bicameral), un poder judicial con una relativa independencia, haciendo a sus componentes inamovibles, pero dependientes del Ejecutivo y a veces también del legislativo en cuanto a sus nombramientos.

Como parte de esta Constitución la Asamblea debía proveer y acordar con el Gobierno de Estados Unidos lo referente a las relaciones que deberían existir entre ambos gobiernos. En medio de los trabajos de la Comisión cubana encargada de dictaminar sobre las futuras relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el congreso estadounidense aprueba la Enmienda Platt, con la que el gobierno de Estados Unidos se otorgaba el derecho a intervenir en los asuntos internos de la isla cuando lo entendiera conveniente.

A pesar de la oposición de los delegados a la Asamblea Constituyente, la presión estadounidense, que colocaba a los cubanos ante la disyuntiva de tener una república con la Enmienda o continuar la ocupación, logró que ésta quedara definitivamente aprobada por los cubanos el 12 de junio de 1901.

 

Movimientos obreros 1899-1902

Desde la década de 1880 ya existían en Cuba movimientos proletarios que con el paso del tiempo se fueron fortaleciendo y organizando. Entre sus primeras acciones estuvo la huelga general de septiembre de 1899 dirigida por Juan Tenorio, Francisco de Armas y López, Serafín Busto, Evaristo E. Estenoz, Simón Camacho, José Fraga y Juan Ayer.

Otra de las acciones que tuvo significación fue el motín del 24 de septiembre de 1899 que pese a su carácter pacífico fue reprimido por las autoridades militares que apresaron a los líderes, obligándolos a firmar documentos donde se comprometían a no producir más disturbios. Algunos testimonios de la época indican que los huelguistas pronto se dieron cuenta que el cambio no significaba una mejora para las condiciones del trabajador.

Otro alzamiento que revelaba la situación de la isla fue la huelga de los fogoneros y peones del ferrocarril en Las Villas, que duró del 12 al 28 de septiembre de 1900, pero mucho mayor fue la huelga general de noviembre de 1902 en la cual se pedía aumento de salario.