Yankile Hidalgo: la hija de un preso político
Quedamos de vernos en la esquina del Mall El Jardín. En la calle Amazonas y República. Era a mediados de noviembre, ella me habló con ese acento que me recuerda el país. La esperé frente al árbol de navidad. Como de costumbre llegué antes de la hora acordada. Desde que se estaba aproximando la reconocí. Traía algo diferente esa mujer, no es de esta tierra. No traía abrigo, llevaba una blusa de tela de algodón ligera y de escote pronunciado, calzaba unos zapatos de tela roja, de gamuza, o lona, como unos tenis. Le acompañaba su mamá (Bárbara) y su perro peludo Jano, que desde esa primera ocasión no ha dejado de ladrarme (a veces creo que el perro piensa que yo, el recién llegado pretendo robarle el cariño de sus dueños).
Yo no había visto fotos de ella, pero ella sí de mí. Me gritó desde el otro lado, Yanieeeeeeerrrr. Cruzó la calle sin mirar. Yo sonreí, tuve deseo de gritarle Yankiléeeee, pero me contuve, siempre me contengo. Nos abrazamos como si desde siempre nos hubiéramos conocido.
La infancia.
Yankile Hidalgo: Mi infancia fue bonita hasta los 8 años, ahí fue que a mi padre se lo llevaron preso. A partir de ese suceso todo cambió en mi vida; se puede decir que tuve una vida tranquila, estable hasta esa edad. Después de eso ya no quería jugar, miraba hacia la puerta tratando de buscar su silueta y pensaba que en cualquier momento le darían la libertad y aparecería de imprevisto. Siempre albergué la posibilidad de que volviera, fue así durante los casi ocho años que estuvo preso. Mi infancia y los primeros años de mi adolescencia pasaron así; mirando la puerta de la casa de madera donde nací, esperando que en algún momento mi padre volviera a estar entre nosotras.
El día que se lo llevaron preso.
YH: Fue la mañana del día 19 de agosto de 1981. Tocaron a la puerta, entraron desbaratando toda la casa, los adornos se caían al suelo, se rompían. Desarreglaron los muebles, cajones, gaveteros. Mi mamá, mi papá y yo estuvimos sentados en la cama viendo cómo la policía buscaba, rebuscaba por todas partes; tratando de encontrar sus escritos, documentos.
(Pasaron muchos años antes que yo llegara a comprender el por qué a mi papá se lo habían llevado preso por escribir sus ideas).
Ese día del arresto, mi mamá al ver la situación, me mandó con mis tíos y una prima a pasear, quería que me sacaran de casa. Me fui a regañadientes, nunca quise alejarme de mi hogar. Paradójicamente fuimos al Zoológico de 26. Nunca se me olvida ese día en que me llevaron a ese lugar donde vi los animales encerrados, detrás de barrotes. No olvido a esa niña que fui que mientras miraba a esos animales en el Zoológico, a su padre se lo llevaban a la cárcel.
Cuando regresamos del paseo, mi madre estaba sentada en el mismo buró donde mi padre solía escribir, tres vecinas a su alrededor consolándola. Mi madre tenía las manos en la cara, lloraba, ya mi padre no estaba en casa; se lo habían llevado.
Las visitas a la prisión.
YH: Las visitas a los centros penitenciarios eran esporádicas. La peor situación fue en la última y más larga etapa; en el Combinado del Este. Él solo podía recibir mi visita una vez al año, crecí con sus ausencias, añorando verlo más a menudo. Mi mamá tenía dos visitas al año, una conyugal y otra en la que yo le acompañaba. En muchas ocasiones llegamos y mi visita era suspendida porque mi papá se había portado mal, le habían encontrado en su celda uno de sus escritos. El Combinado del Este era horrible. Esa cárcel sigue siendo la más grande del país. Íbamos con dos jabas de comida, una semana antes empezábamos con los preparativos.
Por esa época dejé de comer carne porque sabía que mi papá no la comía en la prisión; y fue mi mamá a quien se le ocurrió poner un bistec en un nylon y ajustarlo en la faja de mi cintura. Yo era una niña y a mí no me revisaban. Así que en las visitas, velando que nadie me viera, le entregaba a mi padre el bistec frito o hecho en salsa. Después me quedaba satisfecha de poder llevarle ese pedazo de carne.
¿Sentiste presión en la escuela por ser hija de un preso político?
YH: Nunca sentí presión en la escuela, la maestra era amiga de mi mamá y mi papá; pues ellos también trabajaban en el magisterio, mi papá había sido profesor de Historia y de Filosofía.
¿Sentiste miedo de Fidel?
YH: Mis ideas sobre Fidel siempre han estado en contradicción. De niña lo veía en sus discursos, por la T.V, alto, sonriente, carismático; pero sabía lo que les estaba haciendo a los que pensaban diferente. Me preguntaba si se trataba de la misma persona, la que salía en la T.V y la que mandó a la cárcel a mi padre. Yo estaba viviendo en carne propia esa realidad, la que no salía en ningún medio de comunicación. De niña supe discernir esas dos realidades.
Cuéntame de la Unión de Jóvenes Comunistas.
YH: No llegué a ser militante de la Unión de Jóvenes Comunistas. Fui solo recomendada. El día de debate me paré en medio del aula y dije que no tenía condiciones, que no era combativa, que no cumplía con los requisitos para estar en esa organización. Con el paso de los años se lo conté a mi padre, y él se sonrió, como si estuviera diciendo para sus adentros: Esta es mi hija.
¿Qué sientes al ser hija de un padre escritor que fue preso político?
YH: Siempre sentí admiración por mí padre, él era mi vida en esa época. Siempre tuve conciencia de que estaban haciendo algo injusto con la sanción que le impusieron. Nada ni nadie empañó la imagen que tengo de él. Fue, es un hombre bueno, inteligente, pacifista. Solo escribió sus ideas.
¿Y la emigración?
YH: Desde que era niña mis abuelos y mi tía querían llevarme a los E.U.A. Cuando tenía 16 años mi novio y yo lo pensamos. Estábamos viviendo el Período Especial, ya no solo se trataba de presiones políticas, sino también económicas. Ya estaba totalmente convencida de que la Revolución era un fracaso. Mi novio trasladaba extranjeros de forma ilegal dentro de la ciudad de un lugar a otro para ganarse algo de dinero, tuve mucho miedo que lo cogieran preso, y tendría que vivir lo que viví con mi papá.
Por otro lado sabía que uno de mis objetivos en la vida era escribir; empecé a tener miedo de mis ideas, de mis primeros poemas. Escribir se había convertido en un trauma para mí, podía ir a la cárcel como fue mi papá. Temía por el hijo que un día tendría, no quería que naciera en Cuba, con miedo a escribir y a hacer públicas sus opiniones. Fueron años de mucha tensión.
¿Qué has ganado viviendo 25 años fuera de Cuba?
YH: He ganado oportunidades, oportunidad de viajar, de ayudar a mi familia que se quedó en Cuba. La oportunidad de que mi hijo nazca en otro país, donde hay mayor libertad de expresión. He ganado la posibilidad de escribir de lo que quiero, sin miedo a caer presa, ni que me boten del trabajo o me linchen en la calle. La posibilidad de constatar que Cuba está dividida en dos bandos; los que saben que se necesita cambiar muchos aspectos y los que creen que esa es la mejor y única alternativa. Aquí he tenido la oportunidad de votar sin ser ciudadana ecuatoriana, puedo dar mi opinión públicamente de la política en este país, o de cualquier otro, sin miedo, ese ha sido el gran logro.
¿Las pérdidas?
YH: He perdido disfrutar de mi abuela, de la casa donde nací, aunque haya sido de madera, chiquita. Mi casa era muy importante para mí. Misteriosamente se cayó cuando salimos de Cuba. He perdido muchas amistades. Perdí la ciudad, La Habana. Para mí la Habana forma parte de los tesoros más grandes de mi vida. He perdido el mar, que tanto adoramos los cubanos, sobre todo los habaneros.
¿Tus poemas hubieran sido iguales si hubieras permanecido en Cuba?
YH: No, mis poemas no hubieran sido escritos de la misma forma. Hubiera tenido una visión distorsionada del mundo, de la misma realidad de mi país natal, de mis derechos. Quizás hubiera sido más radical al enfrentar la situación política de Cuba. En todo este tiempo que vivo fuera (casi 26 años) he aprendido a ser pacifista. Soy crítica, pero dentro de mí hay una persona pacífica, eso no quiere decir que no recuerde, tengo memoria, recuerdo lo que viví, lo que lo hicieron a mi padre, lo que aún viven familiares y amigos dentro de la isla. Pienso en la cantidad de niños que vivieron lo que yo viví. Mi poesía hubiera sido distinta. Tal vez hoy estaría militando en algún partido opositor. Tal vez…
¿Qué sentiste el día de la muerte de Fidel?
YH: No sentí nada con su muerte, ni alegría ni tristeza. Solo dije: “ya era hora”. No sentí ningún sentimiento de venganza. Había esperado esa noticia por mucho tiempo, revisaba los titulares de los diarios buscando esa nota informativa. Cuando sucedió estuve tranquila… Pero nada ha cambiado, mi papá lo había dicho: la muerte de un hombre no cambia nada en un país. Y así es, tristemente nada ha cambiado.
BIOGRAFÍA de Ariel Hidalgo, tomado de editorial-adarve.com donde pueden comprar el más reciente libro de Ariel, “Jesús Carpenaún”.
Tras varios artículos suyos en algunas revistas cubanas, Ariel Hidalgo publica su primer libro en 1976: Orígenes del movimiento obrero y del pensamiento socialista en Cuba, escogido como bibliografía suplementaria para carreras de Letras. Al año siguiente gana el premio Ensayo para estudiantes universitarios latinoamericanos convocado por la Universidad de Panamá con José Martí y las pretensiones de predominio yanqui sobre el Istmo de Panamá. Pero en 1981, siendo profesor de Filosofía en Bachillerato, es condenado a 8 años de cárcel por un manuscrito donde criticaba al régimen cubano. Liberado en 1988 por una campaña internacional, publica en Estados Unidos una copia de ese manuscrito: Cuba, el estado marxista y la nueva clase; y en 1994, Disidencia, sobre el origen del movimiento disidente en Cuba. Durante las últimas dos décadas, numerosos artículos suyos salieron a la luz en El Nuevo Herald de Miami. En 2014 publica el libro de Metafísica: El más grandioso de todos los secretos.
LISTADO DE PRESOS POLÍTICOS REUNIDO (aquí) POR EL OBSERVATORIO CUBANO DE DERECHOS HUMANOS (última actualización en agosto de 2020)