Los proyeccionistas

Los proyeccionistas

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La esperanza es la más grande de las putas. Quiero entonces que esa puta pase la noche conmigo. Quiero acariciarla y dormir con ella. Cualquier puta es lo mejor y único que nos queda.

( basado en un dicho serbiocroata)

La búsqueda de un lugar, un lugar donde todos seamos felices, en el que solo existan proyecciones, sin llegar a la materializarse nuestros cuerpos, algo así como una invención de Morell a escala planetaria. Porque quizás lo corpóreo sea lo que duela. Veo a mis amigos detenidos en esas fotos. Me veo a mí mismo feliz mostrando la dentadura, las muelas que han mordido los cuellos de algunos hombres, su abdomen. Los dientes que han desprendido la carne asada del hueso de pollo, los que han triturado el cartílago. Ser feliz es mostrar el aparato masticador, es mostrar la amenaza, el placer que da apretar la piel entre los caninos. He aprendido a ver a mis amigos en la falsedad de sus proyecciones. He aprendido a definir qué son exactamente esas proyecciones, luces sobre una pared blanca, o una sábana, luces que vi de niño, muy parecido al cine, los rostros, las escenas que se conforman a través de manchas. Se con/forman, de nuevo el cuerpo, lo que se puede tocar. Las carnes se humanizaban a través de lo sucio, de las manchas, vivir es contaminarse.

De niño me exigían:

proyecta la voz como un hombre

ahora que me percato que lo que me decía mi padre,

era que fingiera,

que engañara,

que actuara, como una persona ruda, fuerte,

que fuera lo que no soy.

Ser lo que no eres:

la exigencia de más de 60 años de revolución…

No puedo por mucho que me esfuerzo reír, como lo hacen mis amigos de tan solo posar frente a las cámaras. Hay luz en la oficina, los editores delante de mí, sus ojos sobre las pantallas de los ordenadores. Uno de ellos, nervioso, lava sus manos, pareciera que al hacer ese trabajo se le ensucia las yemas de los dedos. Trae audífonos, necesita de los estímulos externos. El otro esta ensimismado en la lectura. Aún no corrigen, están reconociendo, auscultando el proyecto, escuchando sus latidos, el ritmo de las palabras.

Muerdo la parte superior del bolígrafo. Antiguamente me comía las uñas, cuando no tenía nada que llevarme a la boca, hago chirriar los dientes (fricciones). En la última consulta al dentista, el estomatólogo me dijo: usted aprieta los dientes sin tener alimentos, sin nada que masticar. Está padeciendo de un desgaste en sus piezas producto de esa manía.

El cenícero se llena de colillas, restos humeantes. El olor se impregna en el cubículo. Tomo agua del grifo llena de impurezas, estoy consciente del riesgo que corro, al igual que cuando voy por la calle con la mascarilla baja. El sabor de esa agua me gusta, agua contaminada, llena de vida, peligrosa. Cae caspa de mi barba, a diario algo de mí, que pertenece a mi cuerpo, no quiere estar conmigo. Que habrá sido de mi cabello recortado, a dónde habrá ido a parar.

Voy observando cada perfil, los rostros alegres, victoriosos, los rostros maquillados. Imagino el perfume que llevan, recuerdo cuando nos abrazábamos y nuestras cabezas se apoyaban en los hombros simultáneamente.

No quiero respirar como siempre hago, como si me robaran el aire. Vivir en Quito se vuelve una lucha constante por el oxígeno, es vivir arrebatándole lo que te pertenece –si acaso lo indispensable para respirar y poner a andar tu cuerpo- a la escasa atmósfera. Esto quizás influya en la viveza criolla. La felicidad para muchos es mostrar fotos sonrientes, fotos de entornos bien decorados y espaciosos.

Tengo amigos de todas las clases, los que practican deportes y muestran los músculos, la piel sudada, el abultamiento de los pechos y brazos, de las amplias sesiones en los gimnasios. Tengo también amigos escritores que publican las cubiertas de los libros que están leyendo, publican citas extravagantes, poco conocidas. Existe en esa práctica un deseo atlético, un anhelo por llegar a una meta. Gimnasios, bibliotecas o librerías pueden ser los dos extremos de una misma cuerda.

Llegas a respirar casi sin respirar, sin que se siente la entrada del aire en los pulmones. Llegas a existir sin demostrarle a nadie, tu existencia, sin tarjeta de identificación, ni licencia alguna, ni certificado de nacimiento; porque has sido rechazado de tu país de origen, de la ciudad que amabas. Has tenido que ser otro, como un travestis. Pero la transformación no se realiza del todo, y al final no eres nada, en ningún paisaje encajas. Eres ese travesti mal maquillado imitando cantantes, mujeres borrachas, un transformista mediocre, que no llega a ser diva.

Aquí muchos tienen a las mascotas como familia o como la compañía de una pareja. Yo amo los edificios, una calle, una pared, las piedras que conforman un muro, los helechos que nacen en medio de esa adversidad, entre una loza, o por los vértices de una tubería dañada. No necesito de una compañía viva, ni de los ladridos de un perro, ni del maullar de los gatos, ni siquiera de regarle agua a una planta.

Vi esa respiración casi nula, mi abuela materna estaba en una camilla en una pequeña sala de hospital. Los ojos cerrados, su cuerpo quieto, no se sentían la entrada de oxígeno. Una vida inactiva es la plenitud, el peligro sin alardes, bordeada de muerte, casi a las puertas de ese otro lado.

Escribir es respirar. He estado muchos meses en la inactivad. Mis vecinos ponen música amplificada, eso también es poyectar, todos saben el ritmo que los mueve. Escribir para escenificar el goce, la felicidad, igual a las fotos sonrientes de casi todos mis amigos. Pantallas, proyecciones, máscara tecnológica. Pantallas por donde llegamos a amar, tener sexo, leer y hasta educarnos. Pantallas que no necesitan ser lavadas, para que en ellas se realice tan disimiles tareas. Tatuarse un nombre, un diseño, o un dibujo es también publicar. La piel es el escenario, la página. La piel traerá para siempre esa información incrustada en ella. Recuerdo como besaba, chupaba, mordía la cruz esvástica, nazi, ese tatuaje en el pecho, en la tetilla derecha de aquel hombre de cabello largo que vestía de negro.

Me daba placer esa zona, la piel con ese dibujo. Probablemente lo que quería era borrar la cruz, descubrir el sabor nazi. Alimentarme de la perversidad.

La profesora de lenguas está en la bañera de espaldas, desnuda, exhibe sus nalgas espléndidas, redondas, blancas. No me hubiera imaginado que esa señora fuera a terminar tomándose esas fotos, y publicándolas. Mira a la cámara, trae los labios de rojo, brillando, mira de reojo, con una inclinación en los ojos hacia abajo.

Veo la foto del chico que quiere encontrar pareja, trae una trusa de estampados, son flores, un clavel coincide en el bulto de su pene. Su mirada directa a los ojos de quien mira la foto. La imagen es falsa pero seduce.

He cruzado las fronteras, llevo dos años fuera del país natal. ¿Qué hay del que fui? Donde dejé las palabras que ya no uso, los nombres de los amigos que he olvidado. Sigo siendo real, soy falso por querer parecerme a ello. ¿Y en verdad me parezco?

Adoptar es lo genuino, adoptar, y ser adoptado es un acto de total libertad, renuncias a tus padres, al país, a tu ciudad de origen, eres por fin libre. Termina la semana voy acomodando la ropa sucia como almohada, duermo apoyando mi cabeza en ese bulto. No hay mucho espacio en el cuarto, todo está repleto con objetos, pero aquí no siento que en el me falte el aire. He cruzado las fronteras para adentrarme. Vivir en esta ciudad es vivir en el interior. La ciudad está en lo alto pero vivimos dentro de un cráter. Vivimos en la boca de un volcán, casi al centro de la tierra, casi en su estómago.

Pago el precio de no ser de aquí, pago el precio por no permanecer a mi país de origen. La señora que vende caramelos, me exige que le compre, soy el forastero, debo pagar por estar en su tierra. Algunos se percatan, creen que estoy de visita, en su interior esta instaurado el pensamiento: debemos sacarle el dinero al visitante. ¿Pero cómo decirles “me estoy quedando, mi estancia aquí se prolonga”? Aun cuando la gente habla y no te mira a los ojos, todos visten ropas oscuras.

Sigo mirando a mis amigos, los que dejé de ver hace años y permanecen en el Oriente de Cuba. Me pregunto si me hubiera quedado a vivir allí pensaría como ellos. Todos los lugares en los que he vivido se parecen. Habitaciones pequeñísimas, sin ventanas, con una sola puerta para la entrada y la salida, con el baño afuera. En las noches orino en un pomo recortado. Las ventanas, las puertas son cuadros, marquetería de madera, recuadros rectangulares, muy parecidos a los bastidores donde se coloca el lienzo. Las pantallas de los teléfonos móviles, las pantallas de las computadoras son también recuadros, otros marcos donde puedo ver el paisaje de mis amigos lejanos, los de mis amigos más recientes, el paisaje de algunos extraños.

Lo duro es percatarse que algunos de mis amistades no han cambiado. Han envejecidos pero siguen con los mismos parlamentos. Antes que me expongan algunas de sus ideas, ya imagino por donde vendrían sus palabras.

Prefiero ver las fotos de los que han cambiados, esos que ya casi no reconozco. Los que han dejado de escribir, los que ya no se visten como antes, los que han cambiado su tono al hablar, esos que no usan ya el mismo idioma.

Rafael es ahora un actor porno súper cotizado, tiene un cuerpo espectacular, las fotos de su abdomen salen en las portadas de muchas revistas para la comercialización de sexo. Está muy contento porque puede ayudar a su madre, le envía dinero todos los meses. Siempre veo fotos de sus viajes, de las sesiones de las películas que está filmando. Veo sus videos y me causan mucha risa. Hay algo que no ha dejado de hacer desde que lo conozco, sigue besando igual, abriendo la boca, queriendo tragarse los labios que disfruta, mete su lengua hasta el fondo de la garganta. Siempre hay sonido en sus besos, un chapoleteo de lenguas. Al finalizar las sesiones de besos termina mordiendo ligeramente el labio inferior de la boca que está gozando. Ya no hablamos nada de lo que antiguamente hablábamos.

Mario desde NY publica fotos de su alergia en la piel, dice que es estrés. Las manos y la planta de los pies están dañadas, con aberturas, con un endurecimiento en el tejido de esa zona.

Veo las publicaciones de mis amigos que aún viven en el país de origen, me alegra verlos alegres y rebeldes, envueltos en proyectos que desestabilicen la dictadura. Hay amigos antiguos que han asumido el silencio. Los hay que arremeten contra los que protestan.

Pero al final todos estamos en un mismo sitio. Difícil escribir estas páginas, vivir sin discriminar, sin desechar. Saber que eres tú el que has cambiado. Hablas menos, siempre dices: estoy muy ocupado.

Ver como una amiga de la facultad de filología es agredida por otra de la misma facultad en medio de un recital de poesía, solo porque la primera hizo público sus opiniones al leer sus poemas.

Entonces creo que la palabra denuncia, invade, llega, molesta. Ese día fui a ver las fotos del pecho de la chica atropellada, vi el escote de su camiseta ensanchado por los arrebatos de lo que fuera hasta ese momento su amiga. Presencié la división que existe entre muchos cubanos en ese simple gesto; por un lado la mujer que habla y hace pública sus ideas, por el otro bando la que reacciona con golpes en el cuerpo, en la piel. No le queda más opción que dañar lo físico, pues las ideas, la denuncia, han sido rotundas.

De lo que se trata es de un cruce de fronteras, cada una ha decidido estar en el bando que le corresponde. Yo lejos, y a la vez cerca de los que quiero. Yo haciendo todo lo posible por obtener una visa, (otro cruce de fronteras) viendo con envidia cómo, venezolanos, haitianos, hindúes, salen de los reducidos y ridículos cuartos de emigración con sus papeles al día. Estoy reuniendo dinero para volverme a presentar. Todo mi fuerza por establecerme en un país, cualquier país, que no sea donde nací.

Esta es una historia de proyecciones, del riesgo que se corre por querer ser otro, por querer sacar el ser que siempre has llevado dentro.

* Fuentes consultadas:

(Créditos de las imágenes según el orden en que aparecen)

  • Autorretrato de Yanier H.Palao
  • Foto tomada de Internet
  • Mónica Sera con su nuevo amor.
  • Eylin Lombar y Reinaldo Lastre en Willimantic (pareja recién casada)
  • Cristian Gonzalo López Talavera (escritor, quiteño)
  • Ray Veiro (escritor. Foto tomada por su novio)
  • Nonardo Perea (escritor queer)

Yanier H. Palao

Yanier H. Palao (Holguín, Cuba, 1981) Restaurador y artista de la plástica. Ha publicado los poemarios: "Sombras del solo" (Ediciones Holguín, 2005), "Peces en bolsas de nylon", (Ediciones Ávila, 2009), "Música de fondo" (Ediciones La Luz, 2010), entre otros. Recibió el "Premio Calendario" en Poesía en 2012. Es coautor, junto a Luis Yuseff, de la selección "La Isla en versos: cien jóvenes poetas cubanos" (Ediciones La Luz, 2010). Recibió la beca de creación literaria que otorga el proyecto "Torre de Letras", que dirige la escritora Reyna María Rodríguez, 2016. En el 2018 publicó por Letras Cubanas "Óxido". Pertenece al grupo literario Pluma Andina. Sus escritos aparecen en varias revistas electrónicas.