El 20 de octubre de1868 se cristalizó la victoriosa toma de la ciudad de Bayamo, estableciendo allí la sede del primer Gobierno de la República en Armas encabezado por Carlos Manuel de Céspedes.
Contenido
1 Toma de Bayamo
1.1 Antecedentes
1.2 Descripción del hecho
2 Bajas españolas y cubanas
3 Fuentes
4 Enlaces externos
Toma de Bayamo
Antecedentes
El domingo 11 de octubre alrededor de la 1 de la mañana, partió Carlos Manuel de Céspedes de La Demajagua, iba hacia la Sierra de Nagua. Para tomar el camino más práctico, el Ejército Libertador marchó en dirección a Yara, al anochecer penetraron los patriotas en el pueblo, estrenando el grito de ¡Viva Cuba Libre!, sorpresivamente toparon con una muralla de fuego.
Esta fue la primera derrota de los libertadores y la primera victoria del ejército colonialista. Aquello fue una prueba tremenda para Céspedes, pero inmediatamente reaccionó ante su primer descalabro. En la noche del 11 al 12 de octubre cuando reanudó su marcha hacia la Sierra con un puñado de hombres, uno de ellos apuntó que pronto había terminado la empresa iniciada en La Demajagua. Céspedes se irguió sobre los estribos y replicó:
“Aún quedamos doce hombres, ¡bastan para hacer la independencia de Cuba!”.
El fuego hecho en Yara fue oído por Luis Marcano que estaba en El Zarzal y acudió a él, encontrándose con Céspedes que se retiraba después del fracaso de Yara. A Marcano lo acompañaban cerca de trescientos hombres, la mayoría armados.Céspedes pensaba retirarse hasta la Sierra y esperar allí el resultado del movimiento, Marcano más práctico en materia revolucionaria le hace desistir de su propósito y por el contrario resuelven aprovechar el efecto de la sorpresa y atacar a Bayamo.
La ciudad de Bayamo estaba revuelta y chispeante de rebeldía, aquel 17 de octubre de 1868 cuando las fuerzas libertarias bajo el mando directo del general en jefe Carlos Manuel de Céspedes llegaron a la finca Santa Isabel. Los bayameses, por centenares, cruzaban el río para ir a saludar a los sublevados. El teniente coronel Julián Udaeta, jefe militar de la plaza, al ver aquel volcán de rebeldía, engrasó sus armas y ordenó ejecutar a quien ayudase a los patriotas; mas eso, en vez de menguar, acrecentó la llama.
Descripción del hecho
Ese 17 de octubre, víspera de la toma de Bayamo, muchos se preparan para la acción: “Hace falta una cubana valiente que sea nuestra abanderada”, dicen. “Mi hija Candelaria”, propone Perucho Figueredo. Al siguiente día Canducha Figueredo entra a la ciudad montada a caballo y vestida con los colores de la Patria. Escoltada por Carlos Manuel, el hijo de Céspedes, y su hermano Gustavo Figueredo, la joven de 16 años encabeza la marcha con traje blanco, gorro rojo y banda azul, roja y blanca con la insignia de la República en Armas. “¡Flota la bandera!”, dice el padre. “¡Viva Cuba libre!”, grita ella.
Céspedes envió mensajes para que los españoles depusieran los fusiles, pero Udaeta contestó que combatiría hasta el final. El día 18, sin poderse llegar a un acuerdo, comenzó el gran combate por la posesión de Bayamo. El teniente general Luís Marcano, nombrado jefe de operaciones, organizó el ataque y al día siguiente, a las 09:00 horas, dos columnas de caballería, de los generales Juan Fernández Ruz y Angel Maestre, entraron simultáneamente por el norte y el sur avanzando por las calles principales hasta llegar a la Plaza de Armas Isabel II (hoy Plaza de la Revolución), que se encontraba defendida por una compañía de bomberos dirigido por jefes dominicanos y algunos oficiales españoles.
Precisamente, la concepción que había elaborado Udaeta era que los irregulares estuvieran en la primera línea defensiva y los regulares concentrados en los cuarteles. Esta disposición fue un error porque al iniciarse el ataque gran números de milicianos y bomberos de color se unieron a los patriotas.
Marcano en la plaza de la iglesia mayor rindió al brigadier Modesto Díaz, pariente suyo. En tanto, Carlos Manuel de Céspedes estableció el Cuartel General en la cárcel, donde mandó a izar la bandera. También en horas del mediodía se presentó por la parte noroeste la División de Cabaniguan al mando del general Francisco Vicente Aguilera, quien recibió la orden de Céspedes de ocupar el camino de Holguín a Bayamo con el propósito de impedir el movimiento de tropas enemigas hasta esta última ciudad. La guarnición de Bayamo se componía de 120 soldados de líneas y alguna milicia integrada fundamentalmente por negros y mulatos. En horas de la noche y bajo la dirección de Céspedes salió a la luz el periódico El Cubano Libre, el primero de Cuba insurrecta. En sus artículos llamaba al pueblo al combate redentor y a conquistar por todos los medios la libertad. A las 11 de la noche Céspedes ordenó al general Máximo Gómez ir a adiestrar a unos 500 hombres en Cautillo y después pasar al Cuartel General del general Donato Mármol, en la villa de Jiguaní.
El 19 de octubre fue organizado el Gobierno Revolucionario de Bayamo con Jorge Carlos Milanés y Céspedes como Gobernador Civil y Militar y Luis Fernández de Castro como Alcalde Municipal.Ese propio día en la Plaza de Santo Domingo se libró un sangriento encuentro entre las fuerzas del general Perucho Figueredo y la caballería española del comandante Guajardo Fajardo.
Informado Céspedes de que desde Manzanillo venía un refuerzo, dispuso que los generales Francisco Vicente Aguilera y Modesto Díaz lo enfrentaran. Así, se libró el combate de Babatuaba, donde se hizo retroceder el Batallón de San Quintín al mando del teniente coronel Manuel López del Campillo.
Esta derrota tuvo una gran significación, pues puso al teniente coronel Udaeta en la pendiente de la rendición. Céspedes aprovechó el momento para enviarle las bases preliminares de la rendición: sus vidas serían respetadas y considerados como prisioneros de guerra y todas las propiedades pasaban a manos de la Revolución.
El 20 de octubre, a las diez de la mañana la guarnición colonialista enseñó bandera blanca. Bayamo degustaba ya el sabor glorioso de la libertad. Udaeta y los suyos fueron trasladados a la Sociedad Cultural La Filarmónica. Mientras tanto, los libertadores recibían las muestras de simpatías del pueblo. En ese momento por el callejón de Los Mercaderes avanzó la División La Bayamesa con Perucho Figueredo hasta la Plaza Mayor.
La orquesta del maestro Manuel Muñoz Cedeño interpretaba la música de La Bayamesa, el himno guerrero dado a conocer meses atrás. El pueblo al conocer la presencia de Perucho Figueredo pidió la letra a viva voz ¡la letra, Perucho! !la letra!. Entonces el gran bayamés sacó lápiz y papel y compuso las octavas maravillosas del himno, el himno de la libertad. La letra paso de mano en mano y poco después todo el pueblo entonaba, haciendo énfasis en el verso: “Morir por la patria es vivir”. Desde La Filarmónica el teniente coronel Udaeta, prisionero, percibía el alborozo popular y la marcha, como canto patriótico. Hubo de decir: “¡No me había engañado! ¡Yo sabía que era una música de guerra!”.
Carlos Manuel de Céspedes formó parte de una procesión que recorrió las calles al conjuro del himno. El pueblo lo miraba como su libertador, como el guía de una nueva aurora para Cuba. Las palabras de Céspedes el 11 de octubre: “Aún quedamos doce hombres, ¡bastan para hacer la independencia de Cuba!”, ante el primer revés en Yara, demostraron la fortaleza moral de la revolución, que se solidificó con la victoriosa toma de la ciudad de Bayamo, el 20 de octubre de 1868, estableciendo allí la sede del primer Gobierno de la República en Armas.
A partir de ese momento en la ciudad se adoptaron medidas de alcance popular y democrático, entre ellas: la enseñanza gratuita y obligatoria, la apertura de escuelas de idiomas, de talleres de empleo para los pobladores y el establecimiento de una guardia cívica para cuidar el orden de la ciudad. Durante ochenta y tres días el pueblo bayamés respiró una atmósfera de libertad, democracia e igualdad.
Bajas españolas y cubanas
Las bajas españolas en esta acción fueron 10 muertos y 20 heridos; los cubanos tuvieron 15 muertos y 25 heridos, y obtuvieron cerca de 400 armas largas, aunque muchas de ellas habían sido inutilizadas por los españoles antes de entregarlas, violando así unos de los acuerdos del acta de capitulación.