Imágenes y relato del artista cubano Nonardo Perea:
EL CUERPO
Hace tiempo que está aquí, bocabajo, porque así lo prefiero, tendido sobre el colchón. No habla, no piensa, no se mueve. Siempre fue así, ni siquiera se queja cuando intento buscarle una pose perfecta para mi disfrute, tampoco parece importarle que de vez en cuando, mis manos jueguen y se diviertan con todo él. No abre los ojos (nunca lo hace), cuando se me antoja acariciar con ternura sus muslos, y rozo mi barba trasnochada contra su espalda. “Eso está mal”, “eso está muy mal”. Es la frase infinita que se reitera una y otra vez en el pozo de mi conciencia y me castiga, porque sé de sobras que todo lo hecho está mal, está muy mal, porque él pudo ser una niña hermosa, una niña de esas tantas que corren por los parques tras un perrito travieso. ¿Cómo si no traerlo conmigo a casa? En mi vida, nunca imaginé llegar a sentir deseo por algo así, yo sólo violentaba tumbas, mi trabajo era robar alguna que otra joya que apareciese. Lo hacía siempre de noche, contaba con la paciencia de saber esperar las tormentas más rabiosas. Bastaba sólo con respirar el aire para saber si saldría a trabajar. Me gusta cuando el agua limpia el mármol, dejándolo tan blanco como los propios huesos: la lluvia aparecía siempre en el mejor momento para ayudarme a evitar toda clase de tipos raros.
Allí estaba cuando forcé la lápida, lo vi con la claridad violácea de un relámpago, lo encontré intacto, con la cara bañada en lágrimas, unas últimas lágrimas que brindaban la apariencia de haber permanecido allí toda una vida.
Algo me hizo flaquear, o quizá confundir. Era demasiado bello para ser un hombre. Ahora lo volteo con mis manos, casi juego cuando le sostengo con cuidado la cabeza y la dejo en reposo sobre la almohada.
Está de frente, como casi nunca lo veo para evitar así que muestre esa imborrable hermosura que me aturde, y que por momentos me hace sentir desorientado. Ver mis manos posadas encima de su abdomen me hace darme cuenta de ser lo que soy: un animal gastado, al que poco a poco se le extinguen los pensamientos. “Eso está mal”, “eso está muy mal”, es la única frase que recuerdo y saboreo, mientras que toda su piel conserva una lozanía inexplicable.
Lo más difícil siempre fue la soledad, entretenerme horas en hacerle una lectura, además de ser algo ilógico no me ayudaba a olvidar que con el tiempo me alimentaba de él. Es cierto que estábamos solos, realmente solos. No podían expiarnos, ni siquiera nadie sabía de su existencia. Bien podría apagar las luces para siempre, cubrir las ventanas con cortinas gruesas, tapiar la puerta. Aquí nunca se sabe.
Al principio creí conveniente propinarle un corte, aunque la mano me temblase como tiembla ahora; sólo daría uno pequeño, bajaría despacio desde su pecho y sin detenerme en la ingle, llegaría a ese lugar de su cuerpo que me disgustaba. Durante noches enteras devoré ideas, sólo para saber como poder cortar. No logré hacerlo, no pude cometer semejante atrocidad. Y no me lamento, porque de haberlo hecho como lo pensé, él no hubiese sido nunca más el mismo. Un vacío entre sus piernas me haría comprender que sólo un pedazo de carne es el que hace a un hombre. ¿Y cuántos recuerdos guardaría esa parte de él?
Me fui acostumbrando, apenas ya me molestaba. “Eso está mal”, “está muy mal”. Parecía cobrar vida cuando la enlazaba en mis dedos y la sobaba con la delicadeza de un ave. Tomarla en mi boca, y dejarla resbalar hasta lo más hondo se convirtió en un ritual maravilloso.
Nadie pudo presenciar semejante unión, nadie vio como su cara se manchaba con mi alegría, estábamos solos, tan solos como siempre.
“Eso está mal”, “está muy mal”. Intentar avivársela con saliva era un absurdo, pero de igual modo allí estaba, y aquí está, toda mía, flácida, enorme, recorriendo mis labios como cada día, o bien refugiada entre mis nalgas; unas nalgas que sin darme cuenta, han envejecido junto a un cuerpo dormido y fresco.
Sobre el autor:
Nonardo Perea (La Habana, 1973). Narrador, artista visual y youtuber. Cursó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso del Ministerio de Cultura de Cuba. Entre sus premios literarios se destacan el “Camello Rojo” (2002), “Ada Elba Pérez” (2004), “XXV Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (2003- 2004), y “El Heraldo Negro” (2008), todos en el género de cuento. Su novela Donde el diablo puso la mano (Ed. Montecallado, 2013), obtuvo el Premio Félix Pita Rodríguez ese mismo año. En el 2017 se alzó con el Premio “Franz Kafka” de novelas de gaveta, por Los amores ejemplares (Ed. Fra, Praga, 2018). Tiene publicado, además, el libro de cuentos Vivir sin Dios (Ed. Extramuros, La Habana, 2009). Participó en el evento independiente #00Bienal de La Habana (Mayo, 2018) y es parte del Movimiento de San Isidro.
Su canal En la cama con Nonardo genera contenidos sobre temas LGTB, sexualidad y feminismo, tratados con ironía y humor. / https://www.youtube.com/watch?v=Ie1I6bV3xCc