Selección de cuentos publicados por Incómodas Ediciones, 2017.
Prefacio
Tienes hambre y me preguntas por un campo de arroz. Entonces te sugiero que, de no encontrarlo, pienses en cada espiga y en cada grano como en una palabra. Una que ha sido repetida hasta el cansancio por aquellos que también han sentido hambre, como nosotros.
A veces las palabras salen de nuestras bocas o las escribimos en el papel y parece que no sucederá nada, que pasará el tiempo y ellas quedarán en el pasado, pero el mundo está hecho de palabras, y ellas retornarán tal vez en forma de aire, tal vez transformadas en cuerpo, aunque sea bajo la apariencia de un fantasma.
AZAR
A ciegas arrojé una piedra al vacío.
Durante un tiempo esperé por el lamento de aquel a quien el azar pudo colocar en el camino de mi piedra.
Pero a mi alrededor todo ha sido puro silencio.
Han pasado las horas, los días y aun espero colgado al borde del precipicio.
En mis oídos los latidos del corazón de un desconocido cada vez se hacen más fuertes.
AGOTAMIENTO
Todas las noches regresaba a su casa tan cansado que de un golpe se quitaba el cuerpo.
En la soledad de su habitación era solo un manojo de ropas sucias sobre una silla.
DOS OFICIOS
Me dice que no pague, que él asume los gastos de esta noche.
Bien. No pago. Jamás lo haría pero finjo que me enfado para que él insista.
Me pasa la mano por la cabeza y saca la billetera aparatosamente, la abre buscando el billete más grande, el más nuevo y yo vuelvo la cara para fingir que no me interesa, entonces él se demora como esperando a que yo repare en ese dinero que no acaba de llegar a las manos de la vendedora que nos mira con asco.
No nos conoce pero nos odia, lo sé. No entiende que su mundo inmediato sea esa distorsión que ve: dos desconocidos que esa misma noche se irán a la cama. Por eso tira el vuelto sobre el mostrador.
Él recoge los billetes con una sonrisa. No le importa el gesto y subraya su indiferencia dejándole alguna calderilla.
Es generoso, muy generoso, pudiera hacer lo mismo conmigo si me portara bien, eso quiere decirme cuando le sonríe a la mujer y entonces ella cambia la cara de odio y le devuelve la sonrisa, incluso le dice buenas noches, aunque conmigo mantiene la mirada de odio.
No sé, solo hago lo mío, solo eso, un oficio como cualquier otro, como el de ella.
Entonces tomo la cerveza y la caja de cigarros y me largo de allí. Camino hasta el parque y él me sigue. Me siento en un banco y él hace lo mismo junto a mí, me mira todo el tiempo y me toca las manos cuando me pasa el encendedor. También lo miro pero lo suficiente como para que él quede enganchado.
Más tarde me mojaré los labios con la cerveza fría y dejaré algo de espuma para que él la limpie con sus dedos, para que se sienta feliz.
EL ASEDIO
Le pregunto si está disponible. Me dice que no para que yo pague un poco más. Sabe que insistiré porque su carne es de material irresistible, es decir, de puro sexo. Me dirá que no varias veces. Yo doblaré y redoblaré mi oferta. Modulo la voz y finjo algunos gestos para que no pueda notar mi desesperación pero sabe olfatear el deseo, es una habilidad que tal vez ha desarrollado en el oficio. Sé que si me alejo terminará el regateo y me anotaré el triunfo. No obstante, el asedio, sea para seducir o para convenir un precio, es el más excitante de los juegos.
EL BUEN PERRO
Si el amo ordena ¡Ven!, no solo acudo de inmediato. Además agito la cola y me echo a sus pies.
Ser un buen perro implica obedecer al patrón en lo que exige, pero también ser redundante en nuestra sumisión.
EL FUNCIONARIO HONESTO
«¿Sabes cómo me he ganado la vida durante estos años?», me mira fijamente y se sonríe, se lleva un cigarro a la boca y toma una bocanada de humo. Sigiloso, observa a todos lados para comprobar que no será escuchado por nadie más que yo, un tipo que ha logrado su confianza, un pequeño costal para descargar tanto peso.
Estoy atento a su respuesta que ya se tarda demasiado para comenzar a hacerse evidente. Suspira y deja salir la confesión: «Robando». Vuelve a sonreír a pesar de que en uno de sus ojos aflora una lágrima, luego otra.
Yo cuento mi parte del dinero, él cuenta la suya. Entre los dos arreglamos los papeles para que nadie sospeche. Antes de marcharme le digo algo para reconfortarlo: «Debes atenderte esa alergia, terminarás por parecer un llorón». Nuevamente sonríe mientras saca el pañuelo para secarse el rostro.
EL MURCIÉLAGO
Inspiró al ser humano en muchos aspectos: demostró que un mamífero puede volar; que se puede vivir en la oscuridad; que la rabia se trasmite si sabemos morder; que se puede vivir de cabeza como El Ahorcado de las cartas del Tarot; que a veces hay que ser totalmente ciego para poder comer; que el excremento puede ser un terreno muy fértil y que aparentar ser un ratón, un cobarde, pero tener alas para volar en el momento preciso, puede ocasionar mucho miedo.
LA CUERDA
Entre mi pasado y mi presente hay una cuerda. No precisamente para unirlos. Uno de los extremos termina en un lazo para retenerme hoy, aquí, o para condenarme al cadalso alguna vez.
El otro extremo se eleva al cielo y desaparece más allá de las nubes en unas manos desconocidas.
A veces pienso en el hilo de Ariadna que me saca del laberinto y me libera del monstruo. Pero otras me invade la certeza de que mi albedrio no es más que el antojo de un titiritero.
LÍNEAS
No sabía reír ni llorar, solo trazaba líneas. Cuando estaba alegre dibujaba curvas y demás sinuosidades que lo envolvían y se le enredaban en el pelo, en la piel como las serpentinas de papel en un carnaval. En cambio, cuando lo invadía la tristeza, de sus manos brotaba una sola línea gruesa, filosa, que le atravesaba el cuerpo uniendo el cielo con la tierra. En esas ocasiones la ira le encendía el rostro y se escuchaba un trueno, como en las tormentas.
TORO DE LIDIA
Es el toro de lidia y lo han entrenado para una pelea única, definitiva. Ha sido un buen aprendiz, sin embargo, para él no existen los albures. Siempre ha sabido que será el perdedor y que el premio a su vida de obediencia es la vejación y la muerte.
En el ruedo, frente al torero, los gritos de la multitud que reclaman sangre y derrota no lo enfurecen, ni es la fidelidad al espectáculo quien lo mueve a la pelea. Simplemente es el toro de lidia y no habría mayor castigo para él que terminar en la oscuridad y el silencio de un degolladero.
PIEDRAS
Mientras camino buscando escapar, el pasado se echa a mi espalda. Al principio fue un jubón de seda: a veces cubría mi cuerpo, a veces lo adornaba. Después, tal vez por un hechizo, fue un fardo de piedras filosas hincando mi piel hasta llegar a los huesos.
En mis espaldas cargo esas piedras que lanzaba contra aquellos que caminaban junto a mí. Lo hice para retardarles el paso, para hacerlos renunciar a la escapada o, simplemente, para verlos sangrar.
Cuando alguien, buscando aliviarme el dolor de las heridas, me aconseja que arroje mi carga al camino, entonces me agacho y recojo otra piedra. He comprendido que es más prudente echármelas encima que dejarlas bajo mis pies, entorpeciendo la marcha, obstruyendo nuestra única vía de escape.
YO, EL SUPREMO
Yo, el Supremo, cuando muera deseo que me conviertan en un diamante. No quiero ser la savia de un árbol ni alimento para moscas y gusanos sino un diamante forjado con mis cenizas en el centro de la tierra. Estuve leyendo sobre el proceso que transforma una materia inservible en el más valioso de los cristales.
Me preocupa mi muerte: cómo voy a morir o cómo habrá de podrirse mi magnánimo cuerpo. Que no me embalsamen ni me cobijen en un mausoleo frío en medio de la plaza a donde mis enemigos acudirán para reírse de cómo se cunde de piojos mi barba o de cómo me crecen las uñas de los pies hasta romper la piel de las botas. Unos escarabajos diminutos se alimentarán de mis huesos, del aserrín y la estopa que simularán ser mis carnes, mis tripas y mi lengua que habrá ido a podrirse a otro lado o la exhibirán en un frasco de formol o la cocinarán para alimentar la miseria de quienes lloren en mi funeral. Mi lengua no. Esta lengua infiel que habló hasta el último minuto solo para equivocarse incluso en el acto de pronunciar mi nombre. Por eso quiero ser un diamante. Alguien pagará por mí lo que no valgo. Nadie se atreverá a arrojarme a los perros.
EL SAPO
Escondido en el barro de lo que fuera una laguna, el sapo sabe esperar por las lluvias. Transcurren los meses, los años y él no desespera, solo duerme y sueña con los días de gloria pasados y futuros en medio de una charca azul. «Tal vez no llueva nunca más, quizás nunca logre librarse del fango pegado a su cuerpo», comentan algunos. Él sabe que esa posibilidad sería fatal pero es absurda, y por eso continúa dormido e inmutable. El sapo es un animal feo pero astuto y ha descubierto que soñar a escondidas y simular que no desea y que no existe lo hace inmune a la hostilidad de los demonios. Sabe que la lluvia no es un milagro de la naturaleza sino un acto de piedad divina.
PALOMAS
Amontonadas en la plaza, bebiendo el agua en las manos de un desconocido, posándose en los brazos de los transeúntes, las palomas ofrecen su mansedumbre a cambio de un poco de alpiste arrojado al suelo. Nerviosas picotean y se disputan el grano. Después revolotean sobre las cabezas del gentío para enmascarar sus miserias cotidianas en lo que parece un acto de pura belleza y libertad.
Entre los que observan el espectáculo, siempre habrá un tonto capaz de pensar que una paloma posada en su hombro es la marca de una elección divina y no una cuestión de afinidades.
GUIÑOS
Todos hacen guiños a todos, muecas para sobrevivir al caos. Guiños que con el tiempo se vuelven deformaciones del rostro. País de monstruos, país de guiñapos.
CONFORMES
Y las personas parecen tan conformes con todo cuanto no sucede, con los estancamientos, los callejones sin salida, las oscuridades, con los engaños, los experimentos de Estado, con el silencio que los rodea por decreto, con las miserias cotidianas. Parecemos una horda de tontos sonriendo camino al cadalso.
D
¿Cuál de las D será la cierta? ¿Cuál la que el anciano amasa peligrosamente en sus pensamientos? ¿Demencia, decepción, daño, deuda, decrepitud, desastre? ¡Demonios…!
RODAR
Una piedra en el camino, le dijo que su destino era rodar y rodar, rodar y rodar… Y se hizo director de cine.
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).