A: Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros: Raúl Castro Ruz
A: Director de la empresa hotelera Gaviota
A: Presidente de la FEU de la Universidad de La Habana
A: Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Splengler.
Cuando en marzo de 1949 un grupo de marines norteamericanos ultrajaba frente a todos la escultura del apóstol José Martí ubicada en el Parque Central de La Habana, una acalorada protesta popular frenó las embriagadas acciones que por “diversión” cometían los agresores.
El evento no resultó severamente castigado por las autoridades locales, pero permaneció en la historia nacional, como un acto que nos recordaba el compromiso de un grupo de personas con sus héroes; y el irrespeto con el que se puede actuar cuando nos imaginamos inmunes a las leyes, a la herencia y al sentir de un pueblo.
A 68 años – y una revolución social de por medio – de tal suceso, se advierte al parecer un gesto que se le asemeja en demasía: la desaparición del busto del líder estudiantil Julio Antonio Mella (1903-1929), que estuviese emplazado en la galería central del edificio Manzana de Gómez desde 1965.
Tras varios años de restauración, la manzana inauguró sus galerías comerciales, el pasado 22 de abril como el primer hotel cinco estrellas plus de la isla; y aunque sabemos, es propiedad de la cadena estatal Gaviota, su administración radica en las manos de la suiza Kempinski, una afamada empresa europea.
Con tales créditos, el Gran Hotel Manzana – ya sin “de Gómez” – abre al pueblo sus vitrinas Gucci, Mango, Lacoste, y nos devuelve una imagen de La Habana que los más jóvenes, no reconocemos. Higienizada, brillante, turística. Sin embargo, de lo que si nos hemos percatado ha sido de una ausencia en su interior, la del busto de Mella. Ausencia de la cual no se ha hecho declaración pública alguna y que ha dejado un área limpia para la circulación de peatones, empleados del hotel o curiosos nacionales, quienes nunca serán tomados por consumidores por la generación Kempinski.
Malintencionada o no, tal acción necesita ser reconsiderada, explicada abiertamente. Lo eliminado, no fue un objeto decorativo, no fue “desde lo artístico, una mala pieza” como se ha tratado de subvalorar en el diario Juventud Rebelde desde la voz de Ciro Bianchi; no fue un aditamento arquitectónico prescindible; fue, lo que con todas sus letras podría llamarse, un símbolo, un icono nacional.
Mella nació a muy pocas cuadras de allí, en Obispo 67, y fue en sus alrededores donde también transcurrió su primerísima juventud. Pero este no es el más importante de los indicadores para que estuviese colocado en este centro. Si se va a una de sus raíces, Julio Antonio fue emplazado en tal lugar, por voluntad popular, al conmemorarse los 40 años de la fundación del primer Partido Marxista – Leninista de Cuba, del cual era uno de sus principales impulsores junto a Carlos Baliño.
Entonces ¿están siendo conscientes el gobierno cubano, sus instituciones y sus organizaciones, que la desaparición de esta escultura, se convierte en metáfora de la desaparición de una ideología defendida durante más de 50 años?
Si es así, creemos que es necesario hacerlo público, porque hemos sido parte del engranaje y porque si de cambios se trata, no pueden realizarse con el desatino con el que se están llevando a cabo. ¿Dónde está el respeto que les debemos a esos hombres que lucharon por una sociedad más justa? ¿Las modificaciones políticas y económicas que emprenderá el país – y que creemos son necesarias – están encaminadas a responder a los intereses de colonialistas de nuevo tipo? ¿Llegará el momento en que por imperativos de algún inversionista, el José Martí de la Plaza de la Revolución también sea retirado para levantar en su sitio un moll? ¿O simplemente que nosotros mismos seamos obligados a mudarnos de residencia porque es conveniente el lugar donde vivimos para algún negocio?
Debemos hacer conciencia que estamos en el momento menos patriótico de la historia cubana y que actos como esto, no hacen más que acelerar el proceso de la apatía, el miedo y el olvido. A raíz de una sobresaturación ideológica desempeñada por los medios de comunicación, se ha vaciado de contenido cuanta significación tenían nuestros héroes y nuestros procesos de liberación nacional.
Es por esto que el cuestionamiento sobre el paradero del busto de Julio Antonio Mella, es tan importante que sea respondido hoy, por ustedes, respetados funcionarios públicos y representativos líderes; quienes son los encargados de velar por el progreso, el bienestar y el futuro de Cuba.
Luis Manuel Otero Alcántara
Yanelys Nuñez Leyva